QUITO.- El 16 de abril un terremoto de 7,8 en la escala de Richter sacudió la costa ecuatoriana y lo destrozó todo a su paso: casas, carreteras, edificios, negocios y la vida de los pobladores de las provincias de Esmeraldas y Manabí, las más golpeadas.
A un mes después de ese trágico día, son más de 600 las personas que murieron y demasiados los ecuatorianos que siguen sin hogar y viven en algunos de los 32 centros de refugiados oficiales que instaló el gobierno de Rafael Correa.
Sin embargo, no es suficiente. “Unas 33.000 víctimas están en albergues formales o campamentos y unas 40.000 están alojadas en casas de vecinos o amigos o viviendo cerca de las viviendas destruidas, pero están a la intemperie”, explica el coordinador humanitario de Naciones Unidas en Ecuador, Diego Zorrilla.
Si bien desde el gobierno anunciaron medidas económicas para hacer frente a los daños materiales que causó el sismo, como el aumento de impuestos, no va a ser nada fácil para Ecuador regresar a la normalidad.
El presidente Rafael Correa ya pidió a la comunidad internacional una ayuda económica de 64 millones de euros para atender a unos 350.000 afectados en los próximos tres meses; sin embargo, especialistas entienden que se precisará aún más dinero.