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“Acero”, ni lo sueñes

El diario ABC Color emprendió el mismo camino que recorrió hace un año, cuando provocó los sucesos del 31 de marzo, luego de una serie de publicaciones instando a la ciudadanía a “salir a las calles en defensa de la Constitución”.  El resultado ya sabemos cuál fue. Entonces se produjo la peor crisis política en años, que arrojó como saldo el atraco y quema del Congreso, así como el crimen de un joven activista político.

Ahora repite el mismo verso, esta vez porque, según Aldo Zuccolillo (88), los miembros del Tribunal Electoral de la Capital incurrieron en el delito de prevaricato y agraviaron a la ciudadanía. El objetivo está cantado. Es descomponer el proceso de cara a las elecciones que se avecinan, como sea, ante las nulas chances de su candidato, Efraín Alegre.

El propietario de ABC no solo se atribuye la facultad de juez supremo de la nación, dictando sentencias inapelables sobre los temas de su interés, sino que, en su ya irremediable demencia, se cree también intérprete del sentir de la ciudadanía, a la cual, a decir verdad, esta cuestión le tiene absolutamente sin cuidado. Pero claro, después “demostrará su tesis” y dirá que “el pueblo repudia a los violadores de la Constitución”, cuando 50 pelagatos adherentes a la dupla opositora se manifiesten siguiendo su libreto, organicen “escraches” y hasta protagonicen hechos de violencia, que serán debidamente justificados por sus promotores, para luego, si intervinieran las fuerzas públicas, repudiar la “salvaje represión” y responsabilizar de ella a… Horacio Cartes.

Lo mismo harán Mabel, Enrique, Santula, Oscar y Menchi, quien tal vez deje escurrir algunos lagrimones o al menos se muestre compungida  ante la “inminente ruptura del Estado de Derecho”. Y con el correr de los días, este se convertirá en el eje del discurso de Efraín, Desiré, Wagner y otros “próceres” de la democracia, que desde hace años buscan atajos para acceder al poder político, ante la cada vez más lejana posibilidad de lograrlo a través de los votos.

Zuccolillo, como cualquiera, sea dueño de un medio o un humilde panchero, tiene derecho a cuestionar los fallos judiciales, a emitir una opinión sobre ellos y, en la eventualidad de considerar que los jueces cometieron el delito de prevaricato, sostener la posición de que la resolución debe ser apelada ante la instancia correspondiente y los magistrados sometidos al Jurado de Enjuiciamiento. Esa sería la actitud de quienes respetan el ordenamiento institucional de la República, en la que se cimienta el régimen democrático, pero no es el caso de “Don Acero”, ni de los periodistas y políticos que sumisamente ejecutan sus políticas, por más delirantes que las mismas sean.

Así ya obraron en marzo del 2017. Entonces desplegaron una feroz campaña mediática con el cuento de la violación a la Constitución. No permitieron que ninguna instancia siquiera discuta el proyecto de enmienda, para consultar al electorado sobre el tema de la reelección. Ni el Congreso y, menos que menos, la Justicia, en el supuesto de que el primero decidiera llamar a un Referéndum.  Simplemente recurrieron a la violencia y, por medio de esta, impusieron la voluntad de una minoría dispuesta a incendiar no solo la sede del Poder Legislativo, sino el país entero.

Ahora vuelven a la carga con la misma estrategia, pero con el agravante de que estamos a solo dos meses de realizar elecciones generales, en cuyo marco intentan provocar una nueva crisis, para endilgarle la responsabilidad al gobierno colorado y presentarse ellos como los “salvadores de la patria” o, si esto no les funciona, llegar al extremo de cuestionar la validez de los comicios, no reconocer sus resultados, etcétera, etcétera.

No debemos permitir que la historia se repita. Debemos exigir al Ministerio Público, de pobrísima actuación en el caso del 31M, que tome cartas en el asunto antes de que se produzcan los hechos que se preanuncian, al igual que a los políticos, para que se ubiquen a la altura de los acontecimientos. Por el bien del país y el futuro de nuestra democracia, esta vez, Zuccolillo y su pandilla no deben salirse con la suya.

El mensaje debe ser claro y contundente: “Acero”, ¡ni lo sueñes!

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