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Acosados por la basura

Marilut Lluis O’Hara
Marilut Lluis O’Hara.

Estamos absolutamente rodeados de basura. Y no me refiero a la que se acumula en las calles a la espera de los camiones recolectores; finalmente, esa es la basura menos dañina y más perecedera. Me refiero a la otra, a la de los manguruyuses que se han apoderado de todos los estamentos de poder desde los cuales roban sin ascos nuestra plata y el futuro de nuestros hijos y nietos.

Habrase visto un descontrol similar al que existe en este momento en el Tribunal Superior de Justicia Electoral. Los escándalos de corrupción de sus tres miembros son tan frecuentes que ya a nadie sorprenden. Y mientras María Elena Wapenka llora porque la prensa ha ensuciado su buen nombre –el que ella misma ha ensuciado con sus entuertos- lo que hacemos es reírnos de ella, su pinta y su llanto. Porque sabemos que es tan corrupta como los otros dos, pero en el fondo pensamos que no va a pasar nada porque los que pueden hacerles juicio político son tan sinvergüenzas como ellos y la Justicia que podría condenarlos por cobro indebido de honorarios y lesión de confianza está tan pervertida como ellos.

Y allí están los ministros de la Corte Suprema de Justicia que fueron acusados, con pruebas, por la Cámara de Diputados, no solo por mal desempeño en sus funciones sino por varios otros delitos por los que cualquier Juan Pueblo estaría procesado y preso en Tacumbú.

Ellos no, ellos siguen siendo ministros y siguen negociando sentencias porque eso es lo que hicieron siempre, y los que tienen que someterles a juicio político andan con el libelo acusatorio bajo el brazo buscando ventajas para impedir que fueran condenados. Porque ellos también, los senadores que deben convertir la cámara en un tribunal, son tan badulaques como los que serán juzgados.

Tengo una amiga que me cuestiona el tono negativo de mis comentarios y me dice que tengo que ser más optimista y buscarle el lado positivo a las cosas. Juro que cada semana, cuando me pongo frente a la pantalla para armar mi comentario procuro, procuro y procuro pensar en algo positivo que valiera la pena transmitir y que me permita mostrar mi lado más optimista –les juro que lo tengo- pero una y otra vez la realidad me golpea con fuerza y no me queda otra que hablar de ella.

Claro que los lamentos mohicanos tampoco conducen a nada. Como persona comprometida con la realidad de mi país, tendría que formular propuestas y para ello me gusta pensar que podríamos convertirnos en un Estado de Derecho real, en donde no haya algunos más que otros ante la ley y que las oportunidades sean de verdad iguales para todos, hombres, mujeres, pobres y ricos. Me gustaría que un niño de Cambyretá tenga el mismo nivel de educación y las mismas oportunidades que otro que se eduque en el colegio más chuchi de Asunción. Por supuesto que eso quiero, como la mayoría de mis conciudadanos.

Pero nada de eso será posible mientras el Congreso esté lleno de corruptos que eligen a corruptos para otras instituciones como la Corte y la Justicia Electoral y que protegen a otros corruptos cuando todas las pruebas demuestran que lo son. Así que empecemos a pensar en cómo vamos a votar en 2018. A lo mejor allí realmente podrían empezar a cambiar las cosas y yo pueda escribir sobre cosas más agradables que sobre los mismos badulaques de siempre.

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