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Amor no correspondido

Marilut Lluis O’Hara
Marilut Lluis O’Hara.

“Sos la mejor periodista de este país”, me dijo Demetrio “Papu” Rojas –por entonces director y dueño del diario Última Hora- en un asado que nos hicieron, al terminar el “Marzo Paraguayo”, a quienes habíamos trabajado en una concertación de medios.

Unos meses después, cuando Alcides Riveros me despidió de Primero de Marzo, fui hasta el diario a pedirle trabajo a “Papu”, convencida de conseguirlo, no en vano era la mejor periodista del país. Pero no me recibió, ni esa vez ni otras tres, hasta que en la cuarta ocasión pude hablar rápidamente con él en el pasillo, pero no había vacancias, no tenía nada para mí.

Así es mi historia con el periodismo. Llena de halagos y despidos, de gloria y desesperación. Transité tantas veces el duro camino del despido, mordí el terrible polvo de la derrota, que en mi entorno nadie ha entendido por mucho tiempo cual era el motivo por el que tozudamente insistía una y otra vez con seguir siendo periodista, como si la profesión fuera un traje que uno se pudiera sacar o poner cuando le diera la gana.

Mañana es el Día del Periodista y, aunque desde hace tres años tengo la dicha de escribir en el diario ADN, estoy tan lejos del ambiente que ya me cuesta incluirme en los festejos.

Pero hay motivos para festejar. En los últimos años ha surgido una generación de profesionales que ha decidido enfrentar a la mediocridad que hasta entonces acaparaba gran parte de los espacios. Estos jóvenes periodistas no solamente son valientes, sino preparados y no porque haya mejorado la educación universitaria que recibieron sino porque aprendieron a ser autodidactas y están en condiciones de enfrentar a cualquiera con entereza y solvencia.

Claro que nada es tan negro ni tan blanco. Entre los periodistas de “antes”, entre los que me incluyo, también había –y sigue habiendo- gente capaz y valiente. Y también entre los jóvenes hay algunos mediocres que se conforman con la enseñanza que reciben y son incapaces de hacer preguntas inteligentes y oportunas a sus entrevistados.

Pero el balance sigue siendo positivo. El periodismo paraguayo se ha convertido en un periodismo de denuncia y la Justicia ha aprendido a tomar en serio lo que se publica en los medios, y con eso han atrapado a delincuentes de guantes blancos. El escándalo de la Universidad Nacional de Asunción, los entuertos del excontralor Óscar Velázquez, el robo salvaje que ocurre todos los días en el Tribunal Superior de Justicia Electoral, son descubrimientos de la prensa que han generado el interés de la Fiscalía y la han obligado a intervenir.

Sí señores, con luces y sombras, el periodismo sigue siendo una garantía de que la ciudadanía pueda acceder a la información pública y conocer lo que hacen sus gobernantes. Es una profesión fantástica, llena de desafíos permanentes. Lastimosamente, para mí, es la historia de un amor no correspondido.

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