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Buenos “negocios” y clientelismo

Cada vez que alguna tragedia de la naturaleza azota a una parte del país, o a todo el territorio, como ahora, surgen viejos vicios de quienes tienen en sus manos los recursos del Estado para aligerar, aunque sea en parte, la terrible situación por la que atraviesan los compatriotas.

Sin importar los cambios de gobierno y los funcionarios que van sucediéndose en los organismos responsables de asistir a los que resultan víctimas de los desastres naturales, las actitudes siguen siendo las mismas. Algunos ven la oportunidad de hacer buenos “negocios”, utilizando los recursos que el Estado pone a disposición para entregar a las familias afectadas, y así terminan chapas, artículos de primera necesidad o víveres, en manos de gente que ni siquiera se vio afectada por la situación, a cambio de algunas pocas monedas que van a parar al bolsillo de quienes tenían la responsabilidad de repartirlos entre los damnificados.

O, por el contrario, surge el viejo vicio del clientelismo político, resultando beneficiados con la ayuda del Estado personas que militan en el mismo movimiento político de quienes tienen a su cargo la repartija. Sin importar que los receptores de la ayuda estén incluidos en las listas de necesitados, la verdad es que la reciben, no por su condición de damnificados sino por su militancia política, lo que muestra la grosera manipulación, tanto o más vigente que antes, de los funcionarios que representan al gobierno.

Cada año llega la época en la que las reiteradas lluvias hacen que se produzca la crecida de los ríos y que cientos de familias deban abandonar sus casas inundadas para refugiarse en las alturas, en donde quedan totalmente dependientes de la ayuda estatal. Es obvio que hace mucho no se ve un caudal de agua caída tan grande como el actual, pero tampoco a nadie sorprende que llueva mucho y que haya damnificados.

Así que hay tiempo más que suficiente para que algún gobierno central o municipal elabore soluciones estructurales a problemas que, si bien se agravan cada vez más, son antiquísimos y resulta por demás absurdo que sigan presentándose como si pillaran de sorpresa a los que tienen en sus manos los recursos necesarios para eliminarlos.

Es tremendo y miserable lucrar con las necesidades de las personas más olvidadas por el sistema. Lo más lamentable es que no es un grupo aislado, que surgió de repente y tomó por sorpresa a todo el mundo. Van cambiando los gobiernos, los nombres de los funcionarios y el modo de actuar se va repitiendo de manera sistemática, una y otra vez.

Siempre, en cada gabinete presidencial, hay un grupo importante de funcionarios encantados de que cada año haya compatriotas con necesidades perentorias, de manera que Hacienda libere fondos y tengan la posibilidad de disponer del auxilio que debería ser destinada a esa gente pero que va a parar donde mejor convenga a los “altos” funcionarios de bajas y vergonzosas intenciones.

Los buenos negocios y el clientelismo son algunos de los aspectos de este terrible cáncer que nos corroe como sociedad y nos hace estar cada vez más a la defensiva y sin esperanzas de que alguna vez se pudiera producir un cambio estructural que, a esta altura, ya es improrrogable.

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