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Causa vergüenza

Él mismo lo había anunciado hace algunos días, pero entonces nadie le dio crédito. La interpretación más extendida fue entonces que sus declaraciones respondían a una expresión de deseo o eran un “recordatorio” al presidente electo sobre promesas que le hiciera en tiempos de campaña. Y, al menos en nuestro caso, también pensamos que Mario Abdo, a pesar de los muchos errores que ya cometió antes de asumir el cargo, no llegaría al extremo de integrarlo a su gabinete, nada menos que como responsable de una de las áreas más sensibles e importantes para el país. Pero nos equivocamos. Eduardo Romalino Petta Sanmartín, aunque usted no lo crea o no pueda entender, será ministro de Educación y Ciencias del nuevo gobierno.

Sin ninguna duda, se trata del peor de todos los nombramientos y basta un repaso muy rápido de su trayectoria en la función pública para comprobarlo. Petta fue echado de la Fiscalía por procedimientos realizados al margen de la ley. Después fue destituido de la dirección de la Patrulla Caminera, dejando un “clavo” muy importante, según las denuncias. Como senador se “destacó” por ser, junto con Desirée Masi y Luis Alberto Wagner, un gran hacedor… de conflictos. Hasta llegar al cargo que ocupó últimamente, en el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, donde debutó amenazando a fiscales que si no imputaban a las personas que él indicaba, serían llamados al banquillo de los acusados.

Y en cuanto a su carrera política, qué podemos decir. El hombre se reivindicó colorado, después patriaqueridistas, luego luguista, posteriormente encuentrista y de vuelta colorado. De la ANR, para no ir en contra de todo su “bagaje”, también lo echaron, debiendo apelar a la Justicia para ser reintegrado al padrón partidario y presentarse como precandidato a gobernador de Central, resultando derrotado.

Sin embargo, lo más grave de su nombramiento no radica en su muy cuestionado desempeño como funcionario político, ni en su andar cual camaleón en la arena política. Desde luego que esto es importante, pero el mayor problema radica en que Eduardo Romalino no está calificado para ser ministro de Educación, no tiene la menor idea de cómo funciona el sistema educativo ni, por tanto, de cómo debe funcionar. En otras palabras, es un ignorante en la materia, y no lo decimos en el sentido peyorativo del término, sino al solo efecto de describir que ése no es su tema.

Otro factor que no fue tenido en cuenta a la hora de resolver su designación, es el rechazo casi unánime que genera en la comunidad educativa. Salvo dirigentes como Silvio Piris y otros de la FEP que son operadores del “abdismo”, el grueso de los gremios del magisterio está en contra, al igual que de los movimientos estudiantiles, los cuales apuntan a su falta de preparación, así como a su personalidad altamente conflictiva, en un ámbito en el que los conflictos de por sí abundan.

Sin embargo, el presidente electo desconoció todas las opiniones contrarias expresadas con antelación y, tuit mediante, expresó: “Eduardo Petta con una trayectoria de vida que avala su liderazgo para lograr un proceso transformador de la educación paraguaya (¿?). Por eso decidí nombrarlo ministro de Educación y Ciencias. Sé que honrará esa responsabilidad”.

Esperamos, seguramente en vano, que Abdo amplíe el comentario y fundamente sus afirmaciones. Por lo pronto, su decisión causa vergüenza y habla a las claras del lugar que le asigna a la educación, otorgada al cuidado de un vulgar bravucón, de antecedentes tan oscuros como los que se ciernen sobre la educación de nuestros hijos.

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