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ASUNCIÓN.- Si algún foráneo preguntara quién es el representante más honesto del Senado, y se pone como ejemplo a Juan Carlos Galaverna, Luis Alberto Wagner o algún otro “prócer”, el prójimo pensaría que estamos locos o que nuestra caradurez alcanzó límites insospechados.
Pero sí señores, estos personajes turbios, conocidos por sus entuertos y negociados, para los cuales el tráfico de influencias es moneda corriente, con el que viven desde hace años y a través del cual han conseguido todo tipo de privilegios para ellos, sus familias y su entorno, son los que ahora decidieron “rascarse” las vestiduras por lo ocurrido con Óscar González Daher, colega suyo en mucho más que la labor legislativa.
Alguna vez en este país tiene que primar el sentido común y tiene que haber un costo político y, ojalá, judicial, para quienes utilizan sus cargos públicos para enriquecerse a costa del pueblo. Y, sobre todo, los badulaques tienen que aprender a cerrar el pico y esconder la cabeza bajo tierra cuando alguno de sus “colegas en el delito” está en la picota. Pero no pueden seguir presumiendo, estos sinvergüenzas, de ser los abanderados de la honestidad y la transparencia.
