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Coimeros con radar

La Patrulla Caminera podría hacer una breve encuesta con la ciudadanía y preguntar a quien se le cruce por enfrente… si creen que el objetivo de operar los radares en la autopista Ñu Guazú y en la ruta que va de Luque a San Bernardino, tiene como único objetivo reducir la frecuencia de los accidentes de tránsito. La respuesta masiva puede ser imaginada por el apreciado lector.

Pueden avanzar entonces un poco más y formular una pregunta complementaria a la gente: ¿Cree Usted que lo único que desean es coimear a los conductores? También puede imaginarse usted la respuesta.

La Policía Caminera, antes, ahora la Patrulla Caminera, es una de estas instituciones que nunca tuvo remedio. Nacieron coimeando, crecieron coimeando y posiblemente dentro de unos años, van a morir coimeando.

Todos sus procedimientos son gansteriles y única y exclusivamente planificados con la aviesa intención de “recaudar”, pro bolsillo de los perros o para la corona, vaya uno a saber.

Están ahora justificando el pomposo “operativo radar” con la historia de que menudean demasiado los accidentes de tránsito. En realidad, sí, pero ellos son los grandes culpables de las tragedias en las rutas.

Los que engrosan los números son los motoqueiros que cada fin de semana mueren o quedan sin piernas, un montón de ellos, jugando carreras, alcoholizados, sin equipamiento, casco y demás “fruslerías”, y sin que a nadie, pero absolutamente a nadie de la Patrulla, se le ocurra andar por las cercanías operando un radar.

De hecho de siesta y de noche, los agentes brillan por su ausencia. Están en su  “hora de almuerzo”, donde las calles se convierten en tierra de nadie, o durmiendo en casita, entretanto en los alrededores reina la ley de la selva.

Una oficina pública con funcionarios haraganes, supernumerarios, que no tienen nada que hacer y con asignaciones bajísimas en el último escalón, por supuesto, lo que propicia que estén atentos a los “favores” de los conductores a los que detienen.

Todo es un gran guarará, como se dice vulgarmente. No hay campañas serias de educación vial, no se exigen  y se hacen cumplir leyes que podrían amortiguar el caos que hay en las rutas del país; no cobran tampoco ejemplo de otros países como el Brasil, por ejemplo, donde la Policía Rodoviaria es tremenda, hace andar derechitos a los conductores, en fila india, del temor que se les tiene.  Y la presencia de los mismos se nota, es estratégica, no pasan demasiados kilómetros sin que estén controlando que todo el mundo se porte bien.

Volviendo a la historia del radar de Ñu Guazú,  otra evidencia de que el afán de la campaña no es otro que “recaudar” es el ridículo límite de velocidad de 60 k/h, para el sitio. Si bien, no es imputable a los buenos para nada de la Patrulla, es una afrenta contra el sentido común.  No es zona puramente urbana y marchar a esa velocidad hasta podría ser peligroso, además de las demoras que ello ocasiona.

Lo dijimos, la Patrulla Caminera, con el nombre que sea, no tiene redención hasta hoy. Se debe analizar su ley de creación, ajustarla a los tiempos que corren, ser draconianos con el personal deshonesto  y ver la manera de que deje de ser una oficina pública, con todos sus vicios y se aboque de veras a cuidar vidas en las rutas.

¡Una ineptitud y corrupción, increíbles! Y hasta ahora ¡sin remedio!

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