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Colorados elegirán al futuro presidente

Después de 10 años, el escenario político es complemente diferente. En aquel entonces, 2007, el país se hallaba inmerso en un proceso electoral que tenía como actores principales a las fuerzas de la oposición y a un protagonista central que agrupaba a todas ellas bajo su indiscutido liderazgo: Fernando Lugo. Mientras, en el alicaído partido colorado,  dividido y desgastado después de 6 décadas en el poder, el fantasma de la llanura se dibujaba en el horizonte con trazos cada vez más firmes. Hoy, la oposición está completamente fragmentada, sin rumbo, sin  mística, ni figura que la glutine, dejando entrever a cada paso su tradicional conformismo de ubicarse lo más cerca del vencedor, que lleva nuevamente impreso la inscripción de las siglas ANR, de cuyo seno saldrá con certeza el próximo presidente de la república.

Hace 10 años estaba llegando a término el gobierno de quien después pasaría a la historia como “el mariscal de la derrota”. Nicanor Duarte Frutos no había hecho una mala gestión, aunque tampoco había sido precisamente deslumbrante, salvo, claro está, si se la compara con la desastroza actuación de su antecesor, Luis Ángel González Macchi. Su boina bolivariana, combinada con actitudes arbitrarias heredadas del stronismo, según el estado de ánimo con el cual despertara, hizo que que despilfarrara el capital político acumulado en los primeros años al frente del Ejecutivo. Y esto, sumado a la mala elección del candidato a sucederle en el cargo, en ese caso candidata, Blanca Ovelar,  auguraba un mal desenlace, que se concretó luego con la derrota estrepitosa consumada el 20 de abril del siguiente año.

En filas de la opoisición, los astros se habían alineado como nunca. Las controversias internas del partido liberal se zanjaron con la aparición de un “outsider” surgido de la Iglesia Católica y promovido por ella, un obispo “progresista”, quien además pertenecía a una familia colorada. Era el candidato “ideal” para dicho momento, respaldado por un amplio abanico político y eclesiástico, desde ultraconservadores como Jaegli, pasando por sacerdotes y regligiosas adscriptos a la teología de la liberación, hasta los Filizzola, Hugo Richer y demás “socialistas” del Siglo XXI. Y ganó con holgura, para después defraudar las enormes expectativas generadas por amplios segmentos ciudadanos.

La situación ahora es radicalmente distinta. En lugar del Lugo de aquella época, los opositores tienen como “líder” a… Efraín Alegre, el PLRA está lieralmente fracturado, la Iglesia, aún maltrecha por su nefasta participación con “candidato propio” en el 2008, optó por mirar desde el balcón y el “luguismo” va como furgón de cola del liberalismo, poniendo a “Leito” como candidato a Vice, a la espera, tal vez, de que su padre aporte algún voto.

Los colorados, en cambio, gozan de buena salud. No porque no tengan disputas internas, que las tienen y son intensas, sino porque desde que reconquistaron el poder de la mano de HC, también recuperaron la vocación de poder. Al término del mandato, el “cartismo” tiene resultados concretos, palpables, para mostrar en los más variados ámbitos (económicos, sociales, en materia internacional, etcétera)  y postula a un candidato de muy buen perfil, de probada experiencia en la función pública y con sobrado “juego de cintura” política, como se constató a lo largo de sus actitivades proselitistas, en los escasos debates que superó ampliamente a su adversario y su relacionamiento con la prensa, incluyendo los medios de Zuccolillo y Vierci, caracterizados por su enfermiza hostilidad hacia el gobierno. Y todo esto, de conjunto, también pinta una realidad opuesta a la vivida en el último tramo de la presidencia de Nicanor y entre los desanimados seguidores de la ANR, que no se idfentificaron con la candidata de aquel entonces.

Las cartas están echadas y todo indica que favorcen  a quien representa el cambio iniciado en el país en agosto del 2013, es decir a Santiago Peña, aunque algunos, que apuestan a volver al pasado, se nieguen a aceptarlo.

Lo que no está en discusión es que en esta oportunidad, como  a lo largo de toda la etapa democrática, excepto en el 2007, los colorados tendrán en sus manos la enorme responsabilidad de elegir en la interna del domingo 17 al que, a juzgar por la situación política, la ciudadanía confirmará como presidente en abril del 2018.

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