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Colorados están como en el 2007

¿Perdieron los colorados definitivamente el oficio de retener el poder? Después del tremendo fracaso electoral en el 2008, frene a la alianza opositora encabezada por Fernando Lugo, y el retorno al Palacio de López de la mano de Horacio Cartes, todo hacía suponer que aprendieron la lección y que no repetirían  la experiencia que los condujo a la llanura después de más de 6 décadas. Sin embargo, los hechos de la realidad indican lo contrario. Estos muestran que la situación de la ANR es hoy similar o peor a la del 2007, en vísperas de aquellos comicios generales que hicieron de Nicanor Duarte Frutos el gran “Mariscal de la derrota”.

La división interna del partido colorado, que se manifestó muy pronto después de la elección de Mario Abdo Benítez como presidente de la República, no solo se mantuvo de entonces a esta parte, sino que se profundizó cada vez más con el correr del tiempo.

Comenzó con la no aceptación de la renuncia de HC a la presidencia, para bloquear así el trámite de su juramento como senador electo y proclamado por el Tribunal Superior de Justicia, el más votado por cierto. Siguió con la inclusión de Frieddman al Senado, a lo “mbareté”, pasando por encima de lo dispuesto por el órgano electoral y desoyendo la voluntad popular. Se profundizó después con la política de “aprietes” a gobernadores, intendentes y otras autoridades que ejercen cargos electivos a fin de que abandonen las filas del cartismo, y con destituciones de un gran número de sus seguidores en la administración pública. Se conformó una comisión bicameral, mal llamada Messer, con el objeto de vincular a Cartes, como sea, con el “lavado de dinero”. Y se destituyó de la intendencia de CDE a una dirigente de este sector, Sandra McLeod, violentando de manera alevosa las disposiciones legales y la propia Constitución.

La lista podría “enriquecerse” con otros y otros ejemplos, pero resultaría ocioso. Los señalados bastan para ilustrar el proceso que se está dando en el coloradismo, que podría ser mucho más conflictivo si Honor Colorado respondiera en los mismos términos, si se dispusiera a seguir una política de confrontación, cosa que hasta ahora no lo hizo.

Algunos dicen que no es así, que los discursos de Cartes dicen lo opuesto, pero la verdad es que estos, no siempre, evidencian el hartazgo de una persona que desde hace meses lo único que hace es “tragar sapos”, callar frente a los agravios y a los hechos ilícitos que se producen contra sí y su movimiento. Pero en la práctica, la política de Honor Colorado, por ejemplo en el Congreso, fue de colaboración y no de choque.

La dirigencia colorada, en especial la de Colorado Añetete, que salió victoriosa en las últimas elecciones, debiera saber que esta dinámica no les conducirá a buen puerto. Se equivocan quienes piensan que no necesitarán del movimiento que lidera Cartes para salir airosos en futuros compromisos electorales o, más equivocados aún, los que apuestan directamente a su rendición incondicional a favor del nuevo grupo de poder.

Obviando una serie de consideraciones al respecto, pareciera que olvidan algunos datos concretos como, por ejemplo, que en las últimas generales, con la ANR unificada y teniendo en frente a un mal candidato (Efraín Alegre), ganaron por una diferencia de apenas el 3%.

En consecuencia, o los colorados negocian con sensatez y madurez políticas las bases para reunificar su partido o volverán a morder el polvo de la derrota, si no este 5 de mayo en CDE, en las municipales del 2020 y con certeza en el 2023; esta vez probablemente por más de un período.

Si aprendieron algo de sus fracasos recientes y recuperaron aunque sea parcialmente el oficio de retener el poder, tendrían que optar por la primera de las alternativas, pero pronto, pues de lo contrario será mejor que comiencen a acostumbrarse a la llanura y a que las riendas del poder político, por si todavía no se dieron cuenta, pasen nuevamente a manos de Fernando Lugo o hasta del mismo Alegre.

Negociar o perecer. A esto se reduce la disyuntiva que enfrenta el coloradismo.

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