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Contradicciones

El primer discurso del presidente Marito es digno de antología. No tuvo desperdicios, de principio a fin. Arrancó hablando de la importancia del disenso y, en tono grave, hasta si se quiere enérgico, reclamó el imperio de una Justicia independiente. Dos cuestiones sobre las que bien puede aplicársele el viejo refrán de “haz lo que digo, pero no lo que hago”, pues todos somos testigos de que, ni bien se confirmó su triunfo en los comicios del 22 de abril, impulsó una campaña destinada a eliminar a sus adversarios en la ANR, tratando de borrar del escenario político a Horacio Cartes,  líder de una de sus principales corrientes internas, aunque para eso tuviera que atropellar disposiciones de la Corte Suprema, del Tribunal Superior de Justicia Electoral e, incluso, la voluntad popular; pilares fundamentales del sistema democrático.

El presidente Abdo Benítez resaltó que la disyuntiva es “repetir las divisiones estériles que han imposibilitado los consensos que necesita nuestro país para su desarrollo” o “inaugurar ese Paraguay unido, un Paraguay reconciliado, recordando que el perdón sana el alma y trae la reconciliación y la paz entre hermanos”.

Pareciera que estas palabras corresponden a personajes de la estatura de Nelson Mandela, Simón Pérez o, por poner un ejemplo más cercano, Juan Manuel Santos, cuyas trayectorias avalan sobradamente cada una de ellas. Pero no. Las pronunció el presidente Marito, quien además de ser el artífice de la traición y división de su propio partido, de la violación a los derechos políticos de sus propios correligionarios, es el mismo a quien vimos cómo seguía por televisión los terribles sucesos del 31M y aplaudía cuando Stiben Patrón y demás violentos ingresaban a la sede del Congreso para prenderle fuego.

En fin, tal vez se refería a la validez del disenso como práctica hacia otros sectores políticos, históricamente hostiles a la ANR, y de una Justicia independiente…si los fallos que produce son de su conveniencia. De hecho, en uno de los pasajes del discurso resaltó que “pudimos unirnos paraguayos de diferentes pensamientos, corrientes políticas y orígenes…desde nuestras tribunas, desde el Congreso, en las plazas, en las campiñas”, lo que obviamente no se produjo con el oficialismo colorado, sino con Efraín Alegre, Desirée Masi y compañía. Y a estos puede interpretarse que se refirió en la parte final, cuando dijo: “agradezco a los que desde posiciones políticas diferentes y proyectos distintos  me han ayudado a entender que no estamos solos”.

La incoherencia del presidente Abdo no se reduce, sin embargo, al campo de la vida política e institucional de la República. En el de la economía resulta tan o más elocuente. Después de todo lo que afirmó a lo largo de la campaña electoral, principalmente de la que precedió a las internas de la ANR, criticando el “modelo económico empresarial e insensible”, el “endeudamiento feroz” y la utilización de los bonos soberanos para financiar obras de infraestructura, ahora resulta que no hay nada que cambiar, ni que arrojar al baúl de los malos recuerdos. No anunció una sola medida “novedosa”, pero eso sí, se atribuyó la continuidad de las políticas económicas, como si fueran obra suya, cuando en realidad él mismo las había boicoteado de manera ruin, junto a los demás integrantes de su bloque de senadores y los que fueron objeto de su agradecimiento, por “ayudarle a entender” que, tras su ruptura con Honor Colorado, “no está solo”.

En resumidas cuentas, el discurso de Marito estuvo plagado de mentiras, de punta a punta.  Mintió antes y miente ahora, por lo que dijo y por lo que no tuvo la humidad de reconocer, como la situación altamente ventajosa en la que recibe el país, lo que lo convierte en un privilegiado con respecto a sus antecesores.

Finalmente, la disyuntiva a la que se enfrenta el país y su gobierno no es entre “repetir las divisiones estériles”, que él mismo las promovió, o “inaugurar un Paraguay reconciliado”, que más bien suena a homilía dominguera. La verdadera disyuntiva es mantener los logros conquistados como país en los últimos 5 años y restituir la institucionalidad que el ahora mandatario y su equipo contribuyeron decididamente a degradar, o bien, retroceder al Estado clientelista, prebendario y corrupto, así como al imperio de la ley del más fuerte, que es la que de hecho vienen aplicando, lo que sería nefasto para la República.

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