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Contumacia

Nunca la palabreja más bien aplicada en el caso de la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP) y en general de la jerarquía católica, entiéndase el arzobispo y la mayoría de los prelados de las diferentes diócesis del país.

Contumacia. El DRAE lo define como la incoherencia de persistir tenazmente en un  error.  Y eso es lamentablemente lo que hacen desde quien sabe cuántas décadas nada menos que los miembros de la propia cabeza de la Iglesia Católica en el Paraguay.

Encubren a colegas abusadores, pedófilos,  pederastas y a toda la ralea homosexual que infesta todos los estamentos de tan venerable institución.

Todavía resultaba comprensible que en el pasado se adoptaran esas actitudes, de esconder bajo la alfombra estos problemas tan drásticos y contrarios totalmente al dogma que dicen defender.

Pero el mal salió a la superficie, negro y horrendo, como lo es el abuso sexual en la carne de niños y adolescentes, y ello ocurrió ya hace unas décadas, se empezó a hablar del tema y surgieron las primeras denuncias y los primeros castigos.  Encumbrados prelados como el arzobispo de Boston, cayeron al lodo de la ignominia y tuvieron que pagar sus culpas.

Ahora el Papa Francisco ha declarado una lucha frontal contra el tema. Limpieza absoluta, nada de encubrimiento, palabras claras y actitudes ídem. No hay nada que dudar, cuando se denuncia un  caso, investigarlo y castigarlo severamente, si el veredicto es la culpabilidad.

Pero he aquí lo raro del tema. Será que están tan viejos y anacrónicos que la mayoría de los obispos del Paraguay no recibieron el mensaje. O no lo decodificaron. Ignoramos cual será el tema, pero siguen obrando como en la edad media. Intentando tapar este terrible problema, archivando las denuncias, llevándolas al oparei y hasta cobijando a religiosos perversos que hace tiempo perdieron el rumbo del sagrado sacramento que ostentan.

Y el que se lleva las palmas últimamente es el propio arzobispo de Asunción, Mons. Edmundo Valenzuela, quien tiene en su currículum un largo historial de protección a colegas aquejados por este terrible flagelo. Resulta indignante la respuesta que le dio a la mujer que denuncio recientemente al cura de Limpio, quien la había manoseado alevosamente. Le dijo que espere, “para respetar la dignidad del cura”.  Increíble. ¿Y la dignidad de la mujer acosada? ¿Y la dignidad de la feligresía, que no se merece este tipo de “guías”?. Por decir lo menos.  Tendría que haber ordenado la inmediata separación del cargo del acusado e instruir un sumario en averiguación de los hechos.  Y castigarlo severamente o absolverlo si no es culpable y fruto de alguna conspiración, vaya uno a saber. Todo en público, por supuesto. Pero aconsejarle“paciencia”, ¡¡que terrible¡¡.

Resulta una pena que se tengan que hacer este tipo de reflexiones junto en el día de la celebración de María Inmaculada. Ella, en su advocación de la Virgen de Caacupé, llama hoy a sus hijos a la Villa Serrana. Y el pueblo paraguayo le responde, como siempre, con esa fe sencilla, la que mueve montañas.

Es de desear que la Madre ilumine también los caminos de sus hijos responsables de la Iglesia Católica Paraguaya. Que rectifiquen rumbos, que estén a la altura de los tiempos, que no defrauden a esa inmensa muchedumbre defieles que en caravana, llega hoy hasta la Virgen Azul que los aguarda, paciente, todos los ocho de diciembre en Caacupé.

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