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Crónica de lo que todos ya sabemos

La reelección del presidente de la República es un tema tan trillado que ya produce hastío. Desde el mismo día en que el Senado, maniobra antidemocrática de por medio, trató el proyecto de enmienda constitucional para votar en contra y sepultarlo, se cerraron definitivamente las puertas a la posibilidad de que éste y los anteriores jefes de Estado pugnen por un segundo mandato, al menos por medio del citado mecanismo. Quedaría el camino de la reforma que, a juzgar por la correlación de fuerzas existentes en la Cámara Alta, es aún menos probable que prospere, tomando en consideración la amplia mayoría que no quiere saber nada de tener que enfrentar a Horacio Cartes en el 2018.

En esta cruzada “anti reeleccionista” se juntaron los que si se reformara la Constitución no tendrían la menor posibilidad de tan siquiera soñar con sentarse en el sillón del Palacio de López, léase Mario Abdo Benítez, de la disidencia colorada, y Efraín Alegre, del radicalismo auténtico.

“Marito” primero justificó su oposición a la enmienda por considerar, sin mayores fundamentos, que el conducto constitucional era la reforma, pero, cuando se barajó ésta hipótesis, una vez que el Senado descartó lo primero, también dijo que no, dejando al desnudo su real intención, que es no enfrentarse a Cartes.

Efraín fue más lejos e hizo votar en la Convención de su partido el rechazo a la reelección por cualquier vía que fuere, a sabiendas de que su nominación se esfumaría de un plumazo si estuviera habilitado Fernando Lugo, el único que hoy podría aglutinar en torno suyo a las fuerzas de la oposición. Es la mezquindad elevada a la máxima expresión. El primero no piensa en su partido, pues solo HC tendría altas probabilidades de vencer en el 2018, mientras que el segundo, con su postura, sentencia a la oposición a jugar una vez más el rol de “segundona”.

De cualquier modo, la conclusión es que reelección, en este período constitucional, “no corre”. La misma senadora oficialista y ex titular de la ANR, Lilian Samaniego, anunció ayer, de manera muy tempranera por cierto, que el “plan b” sería postular a Horacio Cartes a la presidencia del partido colorado… ¡en el 2020!

De manera muy poco convincente, la legisladora resaltó que para su sector “es una prioridad que él (Cartes) sea candidato y vamos a pelear hasta lo último para lograr esa oportunidad; nos queda hasta finales de diciembre para ver la herramienta jurídica legal que nos permita esa posibilidad. No se descarta todavía nada”. Pero la realidad indica que esas herramientas, hoy por hoy, no están disponibles y que dibujar la presidencia del partido para alguien, dentro de cuatro años, es algo completamente ocioso en el presente.

Lo único que resta por terminar de aclarar el panorama electoral, aunque para la inmensa mayoría está muy claro, es si Lugo está o no habilitado para postularse nuevamente, como él y sus seguidores sostienen, en contra de la norma constitucional y del más elemental sentido común.

El caso se develará en el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE), primero, y en la Corte Suprema de Justicia, después. Pero nada hace suponer que el ex obispo contará con el aval de estos organismos para seguir adelante con su esquizofrénica campaña presidencial.

Después de tantas “idas” y “venidas”, al final va a suceder lo que todos ya sabemos. Ningún expresidente podrá presentarse como candidato en los próximos comicios generales. Por lo tanto, seguir insistiendo con el tema no es más que una pérdida de tiempo.

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