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Cuando se habla en serio

Hace unos meses se empezó a hablar de que nuestro país, junto con Argentina y Uruguay, se postularía para ser sede del mundial de fútbol del 2030, y mucha gente pensó que era un mal chiste o una distracción para desviar la atención de tantos problemas acuciantes.

Otros dijeron que, habiendo tantas urgencias, era impensable que un país tan chico, tan pobre, pudiera siquiera soñar con ser sede del mayor evento deportivo del año. Además, faltando 13 años, les parecía una falta de respeto que el presidente Horacio Cartes comprometiera al país para un evento en el que ni él ni su posible sucesor ya tendrían la sartén por el mango.

Pero resulta que Cartes hablaba en serio. Ayer, él y con sus colegas Mauricio Macri, de Argentina, y Tabaré Vázquez, de Uruguay, presentaron la candidatura oficial de los 3 países ante el presidente de la FIFA, Gianni Infantino. Con esto se postulan a organizar el mundial del 2030 de manera conjunta.

No había ningún intento de distracción ni intención de manipulación de la opinión pública en una etapa tan electoralista como la actual. Cartes no salió a prometer un mundial mientras pedía votos para Santi Peña. Lo que hizo fue sellar un compromiso que tendrá una alta repercusión para el país, especialmente por el importante ingreso económico que significaría la llegada de tantos turistas para un evento de esa naturaleza.

Además, planificar para el futuro no es un invento de Cartes. Así es como piensa un estadista, que gobierna para el mañana. Pensar que las repercusiones de sus obras solo deben durar mientras él o algún seguidor suyo esté en el poder es una vergonzosa manera cortoplacista y superficial de actuar.

Pero en este caso hay una lección mucho más profunda que todo esto. Lo que nos demuestran Paraguay y Uruguay es que no hay nadie lo suficientemente pequeño para no pelear por hacer realidad sus sueños. Y que, muchas veces, una alianza estratégica con un grande puede redundar en beneficios para todos.

Por supuesto que este país solo no podría organizar un mundial. No tiene ni los recursos, ni la infraestructura, ni nada que pudiera hacerle autosuficiente para un evento de esta naturaleza. Y por eso, hasta el más optimista de los paraguayos había dado por sentado que siempre que quisiera estar en uno de estos partidos de fútbol debía viajar a otro lado.

Este es el logro principal de Cartes, demostrarnos a todos que no hay nada tan grande como para que no podamos ir por ello. Y para eso solamente se necesita patriotismo y un profundo compromiso con la ciudadanía. Claro que ser sede del mundial –recién sabremos si lo seremos en el 2022- no solucionará las profundas simetrías ni nos convertirá en un país del primer mundo y libre de la corrupción. Pero posiblemente nos dará un sentimiento de autoestima que jamás habíamos sentido antes.

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