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Cumple 50, pero no todo te cuenta

La algarabía fue absoluta. Invitados sonrientes que se empujaban para lograr una toma fotográfica junto al anfitrión y algunos periodistas emocionados hasta las lágrimas al rememorar antiguas anécdotas. Y no era para menos. ¡ABC cumplió cincuenta! En su edición extra de la víspera,  publica lo que en opinión de los editores fueron los principales hitos de su historia, entre los cuales destaca el rol estratégico que le cupo en la resistencia a la dictadura y el de su propietario, Aldo Zuccolillo, como máximo paladín de la libertad y defensor intransigente de la soberanía. He ahí el relato oficial, que sin embargo dista años luz del real. El medio, en verdad, nació y se desarrolló al amparo de Alfredo Stroessner, uno de los dictadores más tenebrosos de toda América Latina.

Sus instalaciones fueron inauguradas por aquel nefasto personaje, quien cortó la cinta y apretó el botón para poner en funcionamiento la rotativa. Se podrá aducir que entonces “no había otra” y que solo fue una formalidad para poder salir a la luz. Pero no es así. A partir de aquel 8 de agosto de 1967, ABC se desenvolvió en los marcos de la “democracia sin comunismo”, defendiéndola ante las críticas externas, ensalzando al tirano toda vez que podía y ocultando sus crímenes más brutales, hasta que decidió cambiar de bando cuando su caída ya era solo cuestión de tiempo.

Para los responsables periodísticos de este diario, esa etapa de su pasado es motivo de profunda vergüenza y tal vez lo sea también para “Don Acero”. Por eso, entre las innumerables fotografías publicadas en la víspera, “olvidaron” la que divulgó en su portada el entonces novel matutino, pero los archivos son terribles y están ahí para refrescarles la memoria.

El desprecio de ABC y su propietario por la democracia no se limitó a los tiempos del stronismo. En los primeros años de la etapa democrática que vivimos había brindado su total apoyo al accionar golpista del fallecido general Lino Oviedo. Primero de manera solapada, durante la crisis de abril de 1993, cuando se rebeló contra el presidente Juan Carlos Wasmosy. Y después sin ningún disimulo,  en marzo de 1999, cuando se produjo el magnicidio del Vicepresidente Luis María Argaña y la masacre en la plaza, gastando ríos de tinta y toneladas de papel en el afán de distorsionar los hechos y encubrir a los responsables.

Nada de eso aparece en la recopilación del cincuentenario, como tampoco el golpe frustrado de mayo del año 2000, que hace parte de nuestra historia política reciente y que tuvo como autor material al liberal Hermes Rafael Saguier y a Zuccolillo como financista, según denunciara su amigo personal, el exsenador Alfredo Luis Jaeggli.

De igual modo se comportó ABC color con relación al tema de la enmienda para instituir la figura de la reelección. Como no estaba de acuerdo con ello, por su fobia a Horacio Cartes, simplemente “fogoneó” el proyecto de manera inmisericorde e incitó a la violencia en decenas de publicaciones, hasta que finalmente logró prender la mecha, se incendió la sede del Congreso y Asunción se convirtió por unas horas en tierra de nadie, en cuyo marco se produjo el crimen del joven Rodrigo Quintana.

No hay ninguna duda de que ABC y su dueño son parte de nuestra historia. Ningún medio de prensa y ninguno de sus propietarios le hicieron tanto daño al país durante tanto tiempo; antes rindiéndole pleitesías al dictador y después del 89 chantajeando a los gobernantes de turno, a senadores y diputados, a jueces y fiscales, tergiversando siempre la realidad para que el insaciable empresario alcance sus fines.

No alentamos la menor esperanza de que este diario rectifique rumbos, no al menos mientras Zuccolillo dirija la batuta. Si ni siquiera tiene la entereza de relatar su propia historia, tal cual fue, menos podríamos esperar que el “periodismo” que practica sea honesto en otros campos.

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