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ASUNCIÓN. El anuncio del presidente Mario Abdo Benítez de que Eduardo Petta continuaría como ministro de Educación fue un balde de agua fría para un amplio sector de la ciudadanía, que desde hace mucho tiempo viene reclamando su salida de una de las carteras más importantes y sensibles del gabinete.

Especialmente en el ámbito educativo, esta terquedad del presidente de mantener en el cargo alguien tan cuestionado y cuyo desempeño durante la cuarentena sanitaria fue aplazada tanto para docentes como alumnos y padres, hizo que se confirmara el temor de que los cambios realizados en el gabinete iban a ser solo cosméticos y de ninguna manera implicaría la decisión de ir por nuevos rumbos.

Abdo Benítez dijo que esta semana nombrará al sucesor de su hermano, el ministro de Hacienda, Benigno López, quien irá como vicepresidente del Banco Interamericano de Desarrollo. Otro cambio anunciado fue el de la ministra de Industria, Liz Cramer, de quien se deshizo en elogios y dijo que ocupará un cargo en Itaipú para formar parte del equipo de negociadores del Anexo C de la binacional.

Ante la consulta de los medios, no dudó un segundo en decir que Petta no será cambiado, aunque no quiso o no supo justificar esta situación. Educación es uno de los sectores más golpeados en la cuarentena, por la suspensión de las clases presenciales, la mala implementación de la enseñanza virtual, que no alcanzó a la mayoría de los alumnos del país, y por la falta de planificación absoluta del ministerio para enfrentar lo que se viene en el 2021. Pero ahí sigue Petta, orondo y sobrador, convencido de que es el ombligo del mundo.