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Demócratas gua’u

La historia oficial muchas veces nada tiene que ver con la real. Es lo que pasa con líderes opositores y algunos periodistas, quienes ahora se presentan como los más feroces enemigos que tuvo el stronismo y casi “padres de la democracia”, al igual que los grandes medios a los que son funcionales o para los cuales trabajan. Esta es la versión oficial. La real es que los primeros, en aquella época, a lo sumo asistían a recitales de protesta o directamente no hacían nada, mientras que los segundos fueron herramientas muy útiles al servicio de la dictadura y sus dueños se valieron de ella para amasar las fortunas que hoy detentan.

Ni Efraín Alegre, ni Desiré Masi, ni su marido “Rafa” desplegaron entonces alguna acción contra el temible régimen, salvo que se entienda por esta los “encuentros clandestinos” para… escuchar temas de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Otros, ni eso. ¿Y los periodistas? Claro que hubo quienes se atrevieron a sacar pecho, como en diversos estamentos de la sociedad, pero no son los casos de la Rehnfeldt, que entonces era por demás “respetuosa”, y menos aún de Vargas Peña, quien nunca siquiera se diferenció de su padre, experto en redactar columnas “soplonas” en contra de los que sí combatían a Stroessner.

Hasta aquí no hay nada de qué alarmarse. Allá estos personajes con su falta de ética. Mucho más grave que la versión mentirosa de la historia que ahora narran, es el hecho de que, con el correr de los años, se convirtieron finalmente en una amenaza al régimen democrático, llevándose por delante los preceptos más elementales del Estado de Derecho, ni bien “Don” Acero o “Don” Antonio les imparten la orden. Así lo hicieron en ocasión del atraco y quema del Congreso, así también con las condenas a sus enemigos políticos basados en “fonpinchazos”  y “cruces de llamadas” ilegales -mientras encubren a los suyos- y, ahora, lo hacen fogoneando a favor de la radicalización del paro de los camioneros, los cierres de ruta, etcétera, aunque eso liquide la garantía constitucional de todos los ciudadanos a transitar libremente por las rutas de la República.

Este bloque que encabezan los medios hegemónicos tiene un rasgo muy particular, que define todo su actuar: Defiende la democracia y el imperio de la ley, pero solamente cuando le conviene. Lo mismo hace con los fallos judiciales, con las resoluciones de la Fiscalía, el Consejo de la Magistratura o el Jurado de Enjuiciamiento. Pero cuando le resultan adversos o advierte que sus intereses pueden resultar perjudicados, afirma que ya estamos en una dictadura o vamos camino a ella y que, por tanto, a la Constitución y a las leyes hay que meterlas en gorra, para poder imponer su voluntad por medio de la fuerza, como sucedió en el tema de la enmienda.

¿Y estos son los que se dicen demócratas? ¿Los que recurren a métodos ilegales para perseguir a sus adversarios políticos? ¿Los que en cualquier conflicto, como el que ahora protagonizan los camioneros, solo buscan generar el caos? ¿Los que provocaron la situación de mayor crisis política de los últimos tiempos, ordenando prenderle fuego al principal símbolo de la voluntad popular, cual es la sede del Congreso? Los que están dispuestos a cualquier cosa con tal de tomar las riendas del poder?

La verdad es que nunca fueron demócratas, nunca combatieron a la dictadura de la que nos libramos hace 29 años y nunca se jugaron por la vigencia del Estado de Derecho.

Mal podríamos esperar que lo hagan ahora.

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