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Desirée sólo busca el escándalo

Cuando una de nuestras fuentes lanzó la teoría, parecía no tener mucho sustento. Pero a medida que fuimos analizando la actuación de Desirée Masi durante los últimos años, tuvimos que aceptar que podía tener razón. Lo cierto es que desde hace mucho tiempo, la senadora por el PDP no pre­senta un proyecto de ley, no plantea algún debate institucional o planifica alguna estrategia que intente el beneficio para la ciudadanía.

Ella está siempre en el conflicto, la confrontación, la agresión. Los grandes casos en los que fue protagonista tienen que ver con un grupo de Whatsapp creado por disidentes y opositores para conspirar contra el gobierno, en donde ella misma le pide al pedrojuanino Robert Acevedo la contratación de un sicario para atentar contra la vida del presidente Cartes.

Hizo el ridículo durante el informe anual del jefe de Estado ante el Congreso, el 1 de julio pasado, cuando llevó un cartel acusando a Cartes de ser mentiroso y armó todo un show para llamar su atención, y, al no conseguirla, se retiró indignada y ruidosamente de la sala de sesiones del Legislativo.

Interrumpió a los gritos la exposición de un colega suyo del oficialismo colorado y, cuando este dijo que “la gata flora” estaba gritando, se indig­nó de tal manera que presionó a otros miembros del grupete a abandonar la sesión con ella, en muestra de su solidaridad por la “violencia de géne­ro” de la que había sido víctima.

Ayer convocó a una conferencia de prensa para presentar a los candi­datos del PDP para las cámaras del Legislativo, pero cuando un periodista intentó hacerle una pregunta –es para lo que, normalmente, se convocan las conferencias de prensa- se indignó de tal manera que todo el mundo quedó espantado. El pecado del periodista fue hacer una pregunta traba­jando en un medio de comunicación que es propiedad del grupo empresa­rial del presidente Cartes, y haber realizado una serie de notas sobre la situación del marido de la gata, perdón, la senadora, al que hace tiempo la Justicia pretende procesar por 2 casos de lesión de confianza de cuando era ministro del Interior, pero no puede hacerlo por las permanentes chi­canas que el investigado y su abogado plantean.

Estos son solo algunos de los casos de los que fue protagonista Masi en los últimos meses. No mencionamos los permanentes chúmbales que hace a sus seguidores, incitándoles a la violencia, supuestamente para defender el “Estado de Derecho”, que sigue vigente a pesar de ella y sus compinches.

Muchas veces hemos tenido datos que nos hicieron pensar que gran parte de la oposición a la dictadura de Stroessner solamente podía hacer política de barricada y no estaba lista para sentarse a una mesa para ins­cribir las bases de la institucionalidad de la República. No todos, afortu­nadamente, pero muchos de los que siguen vigentes y lograron acceder a cargos electivos son absolutamente incapaces de construir nada, porque solamente se prepararon para el ataque, la confrontación, la guerra.

Por lo visto, Masi es una fiel representante de esta clase política. Pero lo peor de todo es que ni siquiera, ella y su marido, pudieron mantener la fachada de honestidad de la que tanto presumieron toda la vida. No solo los expedientes que involucran a Filizzola en un grave perjuicio al Estado son los que restan credibilidad al matrimonio, sino esa persistente actitud de bloquear cualquier investigación en su contra.

Lo único que mantiene a Masi en los medios de comunicación son sus patoteadas. Pero como con eso no se ganan elecciones, hay serias dudas de que pueda volver al Senado por un período más. Y eso debe darle pesa­dillas. Por eso anda más nerviosa que de costumbre.

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