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Desvergüenza de Cuevas

Pasaron cuatro semanas desde que un grupo de diputados presentó un proyecto de Resolución retirándole la confianza al presidente, el abdista Miguel Cuevas por graves violaciones al Código de Ética de la cámara, por la contratación desmedida de operadores suyos y el feroz aumento salarial que concedió a su entorno, quitando beneficios obtenidos por los funcionarios antiguos.

Desde la presentación del proyecto, tanto Cuevas como sus defensores operaron intensamente para evitar su tratamiento. Ese mismo día, fue el liberal Antonio Buzarquis el que pataleó con fuerza en contra de la sanción ética y dijo que lo que había hecho Cuevas lo hacían todos los diputados, reconociendo, incluso, que era tráfico de influencias. Prometió además, que en ocho días más presentaría la lista de sus colegas involucrados en la contratación indiscriminada de planilleros.

Como era de esperarse y a pesar del recordatorio de los medios de comunicación, esa lista jamás apareció, con lo que Buzarquis quedó convertido, por lo menos, en cómplice y encubridor de quienes trafican influencias. Pero su objetivo, desde el inicio, fue armar un show para evitar el proyecto contra Cuevas.

Lo que ha quedado más que claro con este tema es que el abdista es un maestro de la confabulación y el negociado. Hasta ahora evitó que lo sancionen, aunque para ello violó claramente el reglamento interno de la cámara al no incluir el proyecto en el orden del día de la sesión de la semana pasada, a pesar de que era lo que se había aprobado en la anterior.

Su desvergüenza es tan grande que, en lugar de permitir el tratamiento del tema, lo que hizo fue presentar un informe sobre lo supuestamente realizado desde que asumió la Presidencia de la cámara. Es decir que se defendió de algo que, hasta ahora, no se lo ha podido acusar.

Su argumento para no incluir el tema la semana pasada, y, probablemente, también para el orden del día de mañana, es que no hay dictamen de comisión. Sin embargo, Constitucionales –posiblemente también en contubernio con él- ya dijo que no va a dictaminar el proyecto, porque es una cuestión política. Con esa jugarreta, lo que pretenden diputados de las bancadas mayoritarias es evitar que el tema pueda ser tratado alguna vez.

Miguel Cuevas es un personaje que está denunciado ante la Fiscalía por lesión de confianza, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias, de cuando era gobernador de Paraguarí. Es la historia del humilde zapatero que se volvió millonario en poco tiempo, gracias a sus escasos escrúpulos y su venalidad.

De por sí, ya era una vergüenza que, por un acuerdo político, la mayoría lo eligiera presidente de Diputados hasta junio de este año. Como era de esperarse, ya en el cargo cometió varias irregularidades y negociados, porque el bandidaje debe formar parte de su ADN; sin embargo, hasta hace un mes ninguno de los diputados había siquiera insinuado que quería el cambio de la Presidencia, hasta que un grupito que tiene una clara minoría, lo planteó en el pleno.

Pero tal como están las cosas, el proyecto ni siquiera será puesto a consideración, con lo cual terminará olvidado en algún oscuro cajón de la cámara. Y Cuevas terminará su mandato el 30 de junio, como si fuera un impoluto.

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