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EE.UU., entre la razón y la barbarie

Las elecciones generales que se realizarán en los Estados Unidos el próximo martes enfrentarán 2 modelos de país y 2 formas muy diferentes de ver la vida y hacerla funcionar. De hecho, parece muy extraño que en una nación con tanta población de color y latina, que debe luchar de manera exhaustiva por alcanzar una igualdad de oportunidades, tenga alguna chance de llegar a la Presidencia un personaje tan retardatario, misógino y discriminativo como Donald Trump.

Pero así están los números y a medida que se acerca el 8 de noviembre, Trump va acercándose de manera peligrosa a Hilary Clinton, la primera mujer que podría convertirse en presidenta del país más poderoso de Occidente. Que un alto número de latinos apoye al conservador a pesar de las reiteradas veces que manifestó su deseo de expulsar a los extranjeros para que “América vuelva a ser sólo para los americanos” demuestra a las claras lo retorcida que puede ser la visión política de quienes no ven más allá de sus narices.

En Estados Unidos no existe el voto directo así que no es el gran electorado el que el martes acudirá a las urnas sino sus representantes, que son, en total, 583 personas. El que gane las elecciones ni siquiera deberá conseguir el apoyo de la mitad de estos grandes electores, pero debe obtener 270 votos del total como mínimo y los 313 restantes, que son mayoría, tendrán que estar repartidos entre los otros 3 candidatos, votos blancos, nulos y ausentismo.

Esto es importante destacar porque aunque Clinton y Trump son los que más chance tienen y quienes han monopolizado la campaña, los medios y las encuestas, hay otros 2 candidatos, Evan McMullin, exagente de la CIA, y Gary Johnson, del Partido Libertario. Ninguno tiene chance alguna, pero podrían impedir que los alguno de los 2 primeros obtenga los 270 votos necesarios para ganar las elecciones y convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos de América.

Durante gran parte de la campaña, las ventajas de Clinton eran claras y parecían que irían en aumento ante el discurso grosero y chabacano de su contrincante, quien hasta intentó ridiculizarla a ella por ser mujer, mostrando su lado misógino más oscuro y que hizo reaccionar con indignación a grandes colectivos de mujeres americanas e inmigrantes.

Pero cuando estalló el escándalo de los secretos de Estado que Clinton habría enviado a través de su correo personal, cuando era secretaria de Estado, entre 2009 y 2015, algo que fue muy aprovechado por la campaña de Trump, los números empezaron a cambiar y el empresario empezó a acercarse peligrosamente a la demócrata. Aunque ella reconoció que haber utilizado su correo personal para enviar esos materiales fue un error, su contendiente sigue aprovechando ese desliz con el argumento de que “si no puede ni manejar su correo personal, cómo pretende manejar este país”.

A diferencia de lo que se dio en otras ocasiones, este final se anuncia como de bandera verde, ya que los números no dan un claro ganador y la pelea entre ambos es en cada Estado del país, especialmente en los que están más parejos, como Ohio, Pensilvania y Michigan.

Es de esperar que el martes prime la cordura y los americanos voten por el progreso, la tolerancia y la razón.

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