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El Ciclón faltó a la cita

ASUNCIÓN.- (Por José María Troche).- Era la noche esperada. La que debía ser la gran noche azulgrana. La misma noche de Todos los Santos y del alerta meteorológico. Había peligro de “Ciclón”, en la cancha y en el país. Ninguno de los dos llegó a Asunción.

Para felicidad de todos, hay que decirlo, la tormenta anunciada se “suspendió por mal tiempo” y la amenaza ciclónica de la “Capital del Sentimiento” se postergó por ausencia de fútbol en el equipo.

¡Qué cosa tan curiosa! Ese mismo “Ciclón” que arrasó con los rivales colombianos que se le interpusieron en jornadas pasadas, que debía decir presente en esta hora gloriosa en la que debía sí no asegurar, al menos mantener intactas todas sus posibilidades de llegar a la final, faltó a la cita. El mismo equipo, los mismos de recientes hazañas, se tomaron unas vacaciones… vaya uno a saber por qué motivos.

Mientras un equipo trataba de acortar el camino al gol, pretendiendo ser ofensivo, el otro, con paciencia infinita, tocaba y rotaba, abría claros y provocaba huecos en la defensa rival, buscando su ocasión, tratando de asegurar la posesión de la pelota.

Obviamente el apresurado e ineficaz era Cerro Porteño. ¿El otro? Atlético Nacional.

DISPERSOS Y AUSENTES

Se repitió hasta el hartazgo las bondades de Cerro Porteño y se exaltaba la figura de Cecilio Domínguez. Pero la magia de Cecilio se quedó en el vestuario menos cuando inventó la jugada del penal, que él mismo definió con exquisita solvencia. Pero ¿después? Poco, casi nada. ¿Josué? Con su joven pujanza quería llevarse todo por delante, pero eso era imposible. Faltaba la rueda de auxilio con quien tocar, meter paredes, levantar centros y llegar al gol. Es que Raúl Cáceres, muy preocupado por Ibargüen, se olvidó o no pudo mandarse al ataque como otras veces.

Rodrigo Rojas quería encender la luz en medio de la oscuridad, pero no encontraba la llave, “Torito” peleaba a cornadas con Guerra y con Macnelly, mientras que “Palito” se las veía con Berrío, que lo dejó planchado de un cabezazo. Huérfano de juego asociado, Pablo Velázquez deambulaba de derecha a izquierda, de arriba abajo, perdiendo siempre. El “barbita” Riveros tiró una docena de centros, siempre a la cabeza de un rival. Una vez probó al arco, y casi fue gol.

Alguna vez Gustavo Florentín va a aprender que ser ofensivo no es poner tres delanteros, o adelantados. La prueba estaba en el equipo de enfrente: firme, compacto, eficaz, movedizo y con tres o cuatro que llegaba, por sorpresa, además de Borja, metido en punta, pero colaborando con los demás. Una especia de “Barcelona’i” bajo la batuta de Reinaldo Rueda.

¿Y AHORA QUÉ?

Sería muy pesimista y hasta derrotista decir que las esperanzas están perdidas. No señor. Están intactas. Solo que llegar al objetivo va a ser más difícil, si consideramos los factores exógenos que intervinieron y que intervendrán. Pitana le dio una manito a Cerro, creo que en esto coincidimos todos. Y los colombianos de Medellín, por suerte o por quien sabe qué otra cosa, también recibieron varias “manitos” de los árbitros que pitaron allá. Ese es un primer factor adverso. Otro, el de las estadísticas que dicen que entre la Copa Libertadores y la Copa Sudamericana, Nacional está invicto en casa.

Y por supuesto que si Cerro pretende clasificarse en Medellín tendrá que jugar enormemente más que lo que mostró el martes pasado. Porque, matemáticamente, las cosas están parejas: empate 0-0, se clasifica Nacional; empate 1-1 van a penales; empate 2-2 o más, se clasifica Cerro. Y cualquiera de los dos que gane, por cualquier marcador, también se clasifica.

De modo que hay que mantener la fe, conservar la esperanza, y esperar que el Ciclón ausente en el Defensores del Chaco, cauce estragos en el “Atanasio Girardot” de Medellín.

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