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El “destape” paraguayo

En la España de la época de nuestros abuelos reinó –literalmente- un sangriento dictador de ultraderecha llamado Francisco Franco Bahamonde, uno de cuyos títulos era “Caudillo de España por la gracia de Dios”. Era tan feroz que incluso nuestro dictador criollo, Alfredo Stroessner, quedaba delante de él a la altura de un poroto, como se dice vulgarmente.

En uno de sus últimos discursos de Navidad, poco antes de su muerte, luego de 39 años en el poder, estaba satisfecho con su reinado del terror y dijo a quien quería escucharlo que “lo dejaba todo atado y bien atado”, en el sentido de que su “legado” perduraría a través del tiempo y las circunstancias.

Craso error. Un par de años después, España tenía una nueva Constitución y otro par de años más tarde, era una república democrática socialista, por supuesto, absolutamente lo opuesto de lo que soñaba el caudillo “por la gracia de Dios”.

Como en toda dictadura, la época de Franco fue brutal para la prensa. Absolutamente cercenada, perseguida, acorralada de mil formas, reinaba casi un silencio absoluto sobre las atrocidades del régimen, salvo heroicos panfletos, que generalmente provenían de exiliados en Francia.

La tremenda mordaza cedió cuando el dictador, por fin, bajó a los infiernos y entonces estallaron las ansias de libertad contenidas tanto tiempo por los periodistas, que iniciaron un tiempo de florecimiento absoluto que dio en llamarse el “el destape de la prensa”.

Allí nadie callaba nada. Las denuncias eran espectaculares. Los medios guiaban la transición. Empujaban a algunos afuera y adentro a otros, no se callaba nada, era casi una expresión de rabia por tan largo silencio.

Valga el introito para señalar que en nuestro país ocurrió algo similar, pero con algunas características diferentes. En primer lugar los medios ayudaron muchísimo a “correr” al tirano, lo que no ocurrió en España. Posteriormente a fuer de denuncias de todo tipo, moldearon a varios gobiernos de la transición pero, especialmente en el caso de la prensa hegemónica, ABC Color, de acuerdo a los intereses- muchas veces espurios- de su propietario el desaparecido AZ, quien siempre jugó su propio partido.

Instaurado el gobierno de HC, el más constructivo de la historia del Paraguay, la labor de zapa de ABC en bien  de los intereses de grupo, fue más notoria que nunca. Atacó salvajemente un legítimo recurso constitucional para evitar que HC tuviera alguna posibilidad de reelección-normal en todo el planeta y torpedeó, por intereses creados, otros casos emblemáticos, solo por poner un ejemplo, como el tema del Metrobus, un proyecto fantástico para el pueblo, tirado a la cuneta por sus publicaciones.

Ello fue posible porque uno de los pocos ámbitos en los que el gobierno anterior no hizo bien sus deberes, fue en el tema de la comunicación de la gestión de gobierno, reconocido incluso por sus altas autoridades.

Aunque parezca increíble, el gobierno actual no solucionó el problema. Al contrario, lo agravó, poniendo a gente improvisada, sin  militancia en los medios, sólo por ser “amigos”, a cargo de tan crucial desafío.

Al estallarle en las manos la crisis actual que aún no se apaga, se dieron cuenta del error y entonces sus “asesores” recomendaron al Presidente que “hable en todas las circunstancias”. Por supuesto no le instruyeron sobre qué se puede decir y qué no, ante qué auditorios y en qué circunstancias.

Entonces, en su esfuerzo comunicacional, el Jefe de Estado declaró, palabras más palabras menos, que “nadie quería ser ministro por una semana”.

Improvisados, vendedores de humo, charlatanes, no tienen ningún rigor, ni ansias de trabajar.

Así las cosas, se seguirá metiendo la pata y ante lo desatinado de lo que ocurre, uno se pregunta entonces son… ¿amigos o enemigos?

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