Dos imágenes absolutamente opuestas golpearon nuestra visión durante el fin de semana. La primera, un encuentro proselitista de Hugo Velázquez en Itapúa, con una cantidad de seguidores, todos aglomerados, casi encima del presidenciable, ignorando de manera alevosa y descarada cualquier tipo de protocolo sanitario.
La otra, de ayer a la mañana, también de mucha gente, pero esta vez todos con tapabocas y guardando una distancia prudencial, en la explanada de la Basílica de Caacupé.
No sería de extrañar que alguna de estas personas haya participado de ambos actos, en Itapúa, a cara descubierta y pecho gentil, como si el virus ya fuera cosa del pasado, y en Caacupé, con tapabocas y cada quien en su burbuja.
La diferencia fundamental entre ambos actos fueron los organizadores. Velázquez y los políticos de su entorno organizaron el encuentro con los itapuenses con la única intención de que haya mucha gente, mucha aglomeración (cuanta más, mejor) en las fotos del evento. Así que no pusieron reglas, no recordaron que sigue vigente un protocolo sanitario y ellos mismos se mostraron como lo que son, los irresponsables de siempre y absolutamente indiferentes a la salud y protección de la ciudadanía a la que pretenden representar.
Las normativas vigentes en Caacupé, ya de cara al 8 de diciembre, están estipuladas por Salud Pública y la Conferencia Episcopal, con la clara intención de que el pueblo mariano pueda rendir honor a la Virgen sin exponer su salud ni la de los suyos.
Para ambos eventos el protocolo era definitivamente el mismo. La diferencia, la única diferencia que nos desnuda exactamente lo que es y qué le importa a cada sector es que en Caacupé se respetó y en Itapúa, no. Así de simple. Si ante estos hechos todavía existe gente que piensa que Hugo Velázquez salvará a los ciudadanos de este país del infierno en que vive… que la inocencia les valga.