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El peligro de un pueblo desesperado

No importa la gran resiliencia que tengamos los paraguayos, que nos ha llevado a soportar todo tipo de abusos y atropellos durante nuestra historia. La situación actual ha sobrepasado todos los límites y la desesperación puede volver peligroso a un pueblo que no termina de ser explotado.

Hace meses que venimos advirtiendo que la suba constante e incontrolable de precios, mientras nadie parece pensar siquiera en analizar un aumento del salario mínimo, puede volverse insostenible para cualquiera. Sin terminar el primer mes del año, ya aumentó el precio del combustible y el gran consuelo que pretende darnos el gobierno es la promesa de que Petropar no subirá, por ahora, su gasoil común, o sea, nada.

Ni bien tomada la decisión, ya se realizó la primera protesta de ciudadanos indignados por esta nueva suba, que constituye una bofetada al pueblo que debe hacer malabarismos para sobrevivir porque ha tenido que resignarse a tener un gobierno que no sirve para nada y que, mucho menos, está preocupado por lo que le pase a la gente. Y que nadie dude que habrá otras, e irán subiendo de tono.

Para colmo, el aumento del combustible nunca se queda en eso nomás. Subirá el precio del pasaje del transporte público, el de los fletes y hasta el de los peajes, que ya se anunció ayer. Todo aumenta, ante la inutilidad del gobierno, que observa impávido como la gente a la que debería gobernar se ahoga a causa de la inutilidad de quienes deberían hacer que las cosas cambien.

No hay forma de que esta situación continúe así durante mucho tiempo más. Si no ocurre un milagro, nadie sabe qué puede llegar a pasar en este triste y maltratado país.

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