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El turno de “Jack”

Inmediatamente después de que la Cámara de Diputados del Brasil aprobara el “impeachment” a la entonces presidente Dilma Rousseff, hace un año, en ADN publicamos un editorial en el que sosteníamos que, con ello, la crisis política del vecino país estaba muy lejos de resolverse y que la asunción a la presidencia de Michel Temer, severamente cuestionado por su participación en hechos de corrupción, terminaría agravando aún más la delicada situación del enfermo. Un pronóstico que hoy se corrobora plenamente, a la luz de la fenomenal crisis política que se desató la noche del pasado miércoles, a raíz de la publicación de una grabación que muestra al presidente avalando un soborno para que no lo delate.

Decíamos entonces: “Es cierto que hasta Jack ‘el destripador’ podría haber denunciado en su momento a un homicida y que eso probablemente hubiera ameritado la intervención de los organismos de seguridad de Inglaterra para capturar al delincuente. Pero de todos modos seguiría siendo el homicida serial que aterrorizó a Londres, a finales del siglo XIX, y por tanto merecedor de un ejemplar castigo. Es algo parecido a lo que ocurre hoy en el Brasil, en donde los escándalos de corrupción, en el que se vieron envueltos altos funcionarios y dirigentes del Partido de los Trabajadores, terminaron socavando los cimientos del gobierno de Dilma, forzada a abandonar el Palacio de Planalto. Sin embargo, los promotores del “impeachment”, es decir los denunciantes, que hoy manejan las riendas del poder político, son el equivalente a aquel terrorífico personaje inglés, a “Jack”, aunque se llamen Michel, quien por cierto es de…Temer”.

Ni más, ni menos. El nuevo mandamás brasilerño estuvo sospechado desde el primer momento de tener participación en el sonado “caso Lava Jato”, pero en aquel momento el agua todavía no le alcanzaba la naríz. Sí a uno de los hombres fuertes de su gobierno y presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, promotor de la destitución de Rousseff, quien al recordarlo como su verdugo seguramente se le dibuja una sonrisa en el rostro, al imaginarlo en la cárcel de Curitiba, purgando una condena de 15 años de prisión por corrupto, a diferencia de ella que no pisó siquiera una “delegacía”.

Además de esto, siete de sus ministros tuvieron que dimitir por formar parte del escánadalo, al ser mencionados o directamente inculpados en las “delaciones premiadas”; un mecanismo aplicado por la Justicia brasileña a fin de que los condenados accedan a una reducción de sus condenas a cambio de incriminar a superiores suyos, sean estos del sector público o privado.

Pero ahora llegó su turno. “El peor día de su vida”, al decir del propio Temer, quien fue grabado por Joesley Batista, uno de los dueños del poderoso frigorífico JBS, indicando que se mantenga los pagos a Cunha, a cambio de su silencio.

La información fue divulgada por la O’Globo y el terremoto político se desató de inmediato. Gente en las calles exigiendo la renuncia del presidente, otros su enjuiciamiento político e inmediata destitución, el llamado a elecciones directas, etcétera, etcétera. En lo que existe unanimidad es en decirle a Temer lo mismo que muchos de sus amigos diputados le dijeran en agosto pasado a Dilma, pero esta vez en masculino: “Chao… querido”, una forma irónica de decir “Fora Temer”, como también lo dicen.

La crisis está en pleno desarrollo y la renuncia o destitución del presidente brasileño es solo cuestión de tiempo. Tanto es así que la discusión ahora ya comienza a girar en torno a cuál es la salida del oscuro túnel por el que transita dicho país, dado que lo previsto por la Constitución es que asuma en su reemplazo el titular de Diputados, Rodrigo Maia, también ligado al “Lava Jato”, y convoque dentro del plazo de 30 días a una elección indirecta, a cargo de los 513 diputados y 81 senadores.

Esta opción es, sin embargo, poco probable y de implementarse podría provocar el agravamiento de la situación, dada la nula legitimidad de los parlamentarios, muchos de los cuales están procesados por el mega escándalo. Ante esto, podría plantearse la alternativa del adelantamiento de las elecciones generales, lo que además de democrático, suena bastante razonable, aunque para eso habría que enmendar previamente la Constitución.

Por el momento reinan la confusión de una dirigencia política que no sabe para dónde salir disparando y la indignación de una sociedad que está en rebelión contra los corruptos. Un cocktail que augura conflictos de consecuencias dificiles de prever, salvo en lo concerniente a “Jakc” y su pandilla, que parecen encaminarse inexorablemente rumbo al cadalso.

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