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El uno y el otro

En tan solo 11 días, los partidos políticos elegirán a los candidatos que los representarán en los comicios de abril del 2018. La “madre de todas las batallas” se librará en las internas de la ANR, de donde, según la opinión mayoritaria, es casi un hecho que saldrá el próximo presidente. En ellas se enfrentarán dos candidatos jóvenes, pero con perfiles muy diferentes, quienes encarnan modelos de países diametralmente opuestos. El uno, de indiscutida capacidad profesional y larga trayectoria en la función pública, libre de cuestionamientos,  representa la profundización del cambio que está operando en la estructura del Estado y en diversos ámbitos de la sociedad, tal como se contempla en su programa de gobierno.  El otro, de retórica dura y limitada, nunca expuso cuál es su proyecto, salvo que ambiciona reconstruir el viejo aparato estatal clientelista y prebendario, del cual se valieron los corruptos para amasar sus fortunas a lo largo de las últimas décadas.

El uno reivindica la administración actual y se siente orgulloso de haber formado parte de ella, a la que califica como la mejor de la etapa democrática. Muestra los resultados obtenidos en lo que respecta a obras de infraestructura, para las cuales se realizaron inversiones sin precedentes. Destaca la ampliación de los programas de combate a la pobreza, la construcción de viviendas sociales como nunca antes, la gran cantidad de becarios que hoy cursan sus estudios universitarios en el país y en el exterior, a donde también cada vez son más son los docentes que parten para realizar sus especialidades. Y para los más avezados en materia económica, también expuso en reiteradas ocasiones los datos que ubican al Paraguay como uno de los países que mantuvo los mayores niveles de crecimiento de su Producto Interno Bruto (4%), menor inflación (también 4%) y de endeudamiento público en toda la región, a pesar de las condiciones adversas que se registraron en los países vecinos y la caída de los “commodities”,  precisamente a partir del 2013, cuando asumió este gobierno.

El otro, en cambio, dice que está todo mal, que la economía está en retroceso, que la pobreza y el desempleo se incrementaron de la mano de HC y que el país vive una de las peores épocas de su historia, aunque nunca brindó algún dato que desmienta las estadísticas oficiales y de no pocos organismos financieros internacionales que señalan lo contrario. En sus discursos arremete de manera sistemática contra el gobierno y los “gerentes” del Grupo Cartes, descalifica de manera permanente a su adversario por su poca antigüedad en las filas de la ANR y anuncia la “coloradización” del Estado, en el afán de granjearse la simpatía y el apoyo de las bases coloradas, las cuales, en su amplia mayoría, jamás se beneficiaron de eso. Un discurso esencialmente político, enfocado esencialmente en el desprestigio del candidato oficialista y del oficialismo como un todo.

El uno se abrió paso y creció rápidamente, mostrándose ante los electores como una persona altamente calificada, pero dispuesta a dialogar, debatir y confrontar en el campo de las ideas. El otro tuvo gran protagonismo mientras estuvo solo en la cancha, pero luego se estancó al tener que competir y al rehuir a la discusión, dejando un mar de dudas en relación a su preparación para desempeñar la primera magistratura, en un momento que el Paraguay debe dar pasos firmes hacia su desarrollo.

En estas condiciones, el uno tiene todo a su favor para salir victorioso en las internas del 17 diciembre y convertirse en abril próximo en el nuevo presidente electo de los paraguayos.

La razón es simple. Santiago Peña representa lo nuevo y pone al país de cara al futuro, mientras que Marito lo viejo y al Paraguay en reversa, hacia un pasado de pobreza y al atraso al cual difícilmente la mayoría quiera volver.

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