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En los zapatos de HC

A medida que pasan los días va cobrando cada vez mayor fuerza el reclamo de que renuncie  Marta Lafuente a la titularidad del Ministerio de Educación. Es a consecuencia de una crisis que se viene gestando desde hace ya bastante tiempo y que estalló finalmente el pasado martes con la ocupación del Colegio República Argentina, en Asunción, para replicarse luego la misma medida en otros establecimientos educativos, tanto de la Capital como del interior.  La situación no es sencilla. Por un lado, porque nadie cuestiona las condiciones técnicas ni académicas de la ministra. A modo de ejemplo, ayer nomás se publicó en portales digitales una declaración del sacerdote jesuita Jesús Montero Tirado, en la que ponía a conocimiento de la opinión pública algunos datos que hablan muy bien de su gestión administrativa. El religioso sostuvo que a diferencia de lo ocurrido durante el gobierno de Fernando Lugo, quien había aumentado de manera exponencial la cantidad de directores generales, directores departamentales y supervisores, con toda la carga que eso suponía para el Estado, la alta funcionaria  eliminó todo lo que se había“inflado” en aquel periodo y, junto con eso, sacó a más de 1.000 planilleros, ganándose un sinfín de enemigos políticos. Pero por otro lado, es un hecho cierto que no ha sido capaz de atender los reclamos estudiantiles, ni ha mostrado habilidad para evitar los conflictos o abordarlos correctamente, con el riesgo cierto de que ahora estos se generalicen, lo cual hay que evitar que ocurra.

Esto se da en el contexto del actuar abierto de sectores políticos, como el Frente Guasu, que manipulan y en gran medida desnaturalizan la movilización estudiantil, a fin de dirigirlas directamente contra el gobierno, especialmente contra la figura del presidente de la República. Ese es el principal objeto. Una muestra de esto se vivió ayer en la Cámara de Senadores, en donde abundaron los discursos haciendo un llamado a HC que destituya a Lafuente, al igual que en la Cámara de Diputados, en donde un legislador luguista radicó un proyecto para “recomendar al presidente” que le pida  su renuncia.

La “idea” es que si Cartes la separa del cargo quede como “flojo” o, peor aún, que se instale la idea de que cualquier otro sector, si hace mucho lío, puede lograr sus objetivos. Y si la mantiene, que es “un soberbio que no escucha la voz del pueblo”, por lo que a decir verdad es muy difícil estar en sus zapatos.

Claro que ésta es la forma de pensar solo de los eternos promotores de violencia. Ya lo intentaron durante las marchas campesinas que se sucedieron en Asunción el mes pasado. Y fracasaron. El gobierno se sentó a negociar con los líderes más radicales de los labriegos y de los cooperativistas, quienes recientemente saludaron el cumplimiento de los compromisos que había asumido el Ejecutivo para destrabar el conflicto.

Es poco entendible que no haya hecho algo parecido en este caso, con negociadores del más alto nivel que ya mostraron eficiencia en este campo, a diferencia de la cuestionada secretaria de Estado. Y a lo mejor está aún a tiempo de hacerlo, proponiendo mecanismos concretos para canalizar los reclamos de los estudiantes. Pero si la crisis continúa en desarrollo, lo que correspondería es que la propia Lafuente le pida a HC que la releve del cargo, explicando a la ciudadanía que la medida es para evitar que los provocadores políticos se salgan con la suya, es decir, embarrar la figura del presidente.

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