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Estiman que unas 27 millones de personas en el mundo perdieron el olfato y el gusto, tras infectarse de COVID-19

Un nuevo estudio científico internacional detectó que cerca del 5% de los pacientes a quienes se les confirmó el diagnóstico de COVID-19, es decir, unos 27 millones de personas en el mundo, sufrieron la pérdida del olfato o el gusto.

El trabajo, llevado a cabo por un grupo de expertos internacionales entre los que se encuentran las universidades de Trieste y Sassari, fue publiado el 27 de julio en la revista médica revisada por pares The BMJ, perteneciente a la Asociación Médica Británica.

Los expertos evaluaron 18 estudios previos sobre la pérdida del olfato y el gusto en varios continentes y en diversos grupos demográficos. Alrededor de las tres cuartas partes de los afectados por la pérdida del gusto o el olfato recuperaron esos sentidos dentro de los 30 días, señalaron.

Según el estudio, aproximadamente el 5% de las personas dijeron haber sufrido una “disfunción persistente” 6 meses después de la infección por COVID-19. La pérdida del olfato fue uno de los marcadores más distintivos de la pandemia en los primeros tiempos de la crisis sanitarias por el coronavirus.

El análisis sugiere que la pérdida del olfato y el gusto podría ser una preocupación prolongada que requiere más investigación y recursos de salud para los pacientes que luchan con síntomas a largo plazo.

“Hasta antes de la pandemia, se le restaba importancia al sentido del olfato: el coronavirus lo transformó en un protagonista indiscutible. En 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calculó que cerca del 5% de la población mundial tenía anosmia. Este porcentaje aumentó de tal manera tras la pandemia de COVID-19, que los Estados Unidos planea declarar a la anosmia como un problema de salud pública”, reveló la doctora Stella Maris Cuevas, médica otorrinolaringóloga, experta en olfato y alergista.

Y aseguró que, según su experiencia, desde la pandemia las personas que “perdieron el olfato o que tienen disminuida (hiposmia) o alterada (disosmia) la capacidad de oler, están frustradas, muchas se aíslan o se deprimen”.

Otra alteración relacionada es lo que los expertos denominan alucinaciones olfativas, que “consiste en la percepción subjetiva de un olor y ocurre cuando una persona tiene la sensación de oler algo, por ejemplo, basura, cuando en realidad está oliendo otra cosa, que puede ser un café o un plato de comida”, explicó Cuevas.

Por otra parte, la doctora Zara Patel, rinóloga de la Universidad de Stanford, que no participó en el estudio publicado en BMJ, destacó que la pérdida del olfato se ha relacionado con mayores tasas de mortalidad en adultos mayores y coincidió en que se ha demostrado que tiene un gran impacto en el bienestar emocional y psicológico de las personas.

“Tener a estos millones de personas más en todo el mundo con disminución de la capacidad para oler, eso puede ser simplemente una nueva crisis de salud pública”, consideró Patel. “Se podría rastrear la pandemia en todo el mundo” analizando las búsquedas de Google sobre la pérdida del olfato, aseguró.

El trabajo de los expertos publicado en BMJ brindó una amplia revisión de los estudios de olores en todo el mundo y a lo largo del tiempo. En el análisis se incluyeron datos de casi 3.700 pacientes de América del Norte, Europa y Asia. Concluyeron que las mujeres tenían menos probabilidades de recuperar los sentidos del olfato y el gusto que los hombres. Los pacientes con mayor congestión nasal también tenían menos probabilidades de recuperarse.

La buena noticia es que el análisis mostró aumentos constantes en la proporción de pacientes que recuperaron su sentido del olfato con el tiempo. Después de 30 días, alrededor del 74% de los pacientes lo habían recuperado; después de 90 días ese número era de hasta el 90%. Después de seis meses, alrededor del 96% de los pacientes dijeron que podían volver a oler.

Un estudio conocido en febrero pasado, dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York y de la Universidad de Columbia, descubrió un mecanismo que podría explicar por qué los pacientes con COVID-19 pierden el sentido del olfato. El estudio, publicado en la revista Cell, determinó que la infección reduce indirectamente la acción de los receptores olfativos (OR), proteínas situadas en la superficie de las células nerviosas de la nariz que detectan las moléculas asociadas a los olores. Además, el informe permitió analizar los efectos del coronavirus en otros tipos de células cerebrales y otros efectos neurológicos persistentes, como la “niebla cerebral”, los dolores de cabeza y la depresión.

Los experimentos demostraron que la presencia del virus cerca de las células nerviosas en el tejido olfativo provocan una oleada de células inmunitarias, microglía y células T, que detectan y contrarrestan la infección. Las mismas liberan unas proteínas llamadas citoquinas que modifican la actividad genética de las células nerviosas olfativas, aunque el virus no pueda infectarlas. A pesar de que la actividad de las células inmunitarias desaparecerían rápidamente en el cerebro, según los autores del informe, la señalización inmunitaria persiste de tal forma que reduce la actividad de los genes necesarios para la construcción de los receptores olfativos.

Los pacientes que sufrieron pérdida del olfato después del COVID-19 constituyen un subgrupo único, dijo Aria Jafari, rinóloga del Centro de Medicina Sinusal de la UW, en Seattle, que no participó en el nuevo análisis. “Tienden a mejorar y algo rápido, lo que tiene sentido en función de las células afectadas”.

Del mismo modo, la experta dijo que los pacientes con esta disfunción “tienden a angustiarse por la pérdida del sentido del olfato. Es una parte muy importante de nuestro día a día y lo que nos hace humanos”. Respecto de las alucionaciones olfativas, tal como mencionó Cuevas, Jafari dijo que muchos pacientes también describen un período de transición “que puede ser angustioso” a medida que recuperan el sentido, en el que huelen cosas que no están presentes, como goma quemada o humo, o experimentan olores anormalmente desagradables.

Las personas que no pueden oler o sentir los sabores pueden tener tasas más altas de enfermedades psiquiátricas, depresión y ansiedad, dijo Jafari. En un caso extremo, Jafari dijo que trató a un paciente que se desnutrió después de perder los sentidos del olfato y el gusto.

Para avalar la importancia del sentido del olfato, Patel destacó que es un sentido que permite a los seres humanos interactuar, ya que por ejemplo, interviene en las “primeras impresiones de otras personas, las personas que elegimos para encuentros sexuales o para parejas de por vida”, afirmó.

El profesor Song Tar Toh, director del departamento de Otorrinolaringología y Cirugía de cuello en el Hospital General de Singapur dijo a NBC News que “muchos estudios anteriores han demostrado que las pruebas objetivas del olfato pueden identificar a muchas más personas con pérdida del olfato que si les pidiéramos que lo autoinformaran”. Esto significa que “es probable que el número real de personas afectadas sea mucho mayor que nuestra estimación”.

Patel dijo que su sospecha es que la verdadera tasa de disfunción del olfato entre quienes han experimentado el COVID-19 podría estar por encima del 20%. Además, señaló, “las mujeres en general tienen, en promedio, un sentido del olfato más agudo que los hombres” y las personas “con un sentido del olfato y del gusto más agudos son mucho más propensas a reconocer cuando tienen una pérdida y es más probable que busquen atención por una pérdida”.

Además, Patel cosideró que las variantes iniciales del SARS-CoV-2 habrían afectado más que Ómicron el sentido del olfato, pero la última subvariante, BA.5, podría estar revirtiendo esa tendencia. “Todavía no tenemos suficientes datos para estar seguros”, dijo Patel. “Ahora estoy, en mi clínica, comenzando a ver un repunte nuevamente”. INFOBAE.

 

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