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Frente al Panteón

La fotografía salió en todos los diarios. Se ocuparon del tema las radios y los canales en sus noticieros. En las imágenes se podía ver a damnificados rompiendo tranquilamente las añejas baldosas, que tienen  algún valor histórico, para instalarse nada menos que en la Plaza de Armas frente al Cabildo de Asunción, que ese sí es un edificio histórico si los hay.

Ante la alarma general y la preocupación por la destrucción del sitio donde se instalaron los inundados, se produjo una reacción, absolutamente contrapuesta, de dos entidades públicas. La SEN, cuyo director Joaquín Roa, bravuconeó indicando que “de ninguna manera” se les iba a pedir que abandonen el sitio y la Municipalidad de Asunción, que en rápida reacción, algo inusual en la era Ferreiro, planteó una denuncia ante la Fiscalía por “invasión de inmueble ajeno y daño a cosas de interés común”. Posiblemente tampoco se intente desalojarlos, pero así como el problema está descontrolado, quieran utilizar la acción judicial como cabeza de proceso…. ¡por si quieren quedarse permanentemente en el sitio!

Sin el menor afán de denostar contra esos compatriotas que viven en condiciones paupérrimas, hay que decir que efectivamente habría que poner algún  tipo de parámetro para el establecimiento de estos campamentos. Aquí… no, vayan a aquel sitio donde tienen lugar… por lo visto es fácil decirlo, pero difícil hacerlo.

Tendemos a tolerar todo por el sentimiento de  “aichejáranga”  (pobrecitos), lo cual envalentona a los líderes de estos asentamientos y por ello creen que pueden atropellar impunemente las propiedades públicas; todas las plazas, salvo algunas pocas, están destrozadas por la presencia de los mismos.

Ahora, también la plaza frente al Cabildo, que según recordamos, nunca antes fue ocupada.

Esto de ser damnificados, para muchos, no todos, es también un negocio. Este año por lo menos recibieron en tres oportunidades víveres, colchones, elementos para la construcción de viviendas, etc, en una ayuda del Estado que ocasiona tremendos gastos a los contribuyentes. Uno de los afectados dijo orondamente a un medio radial que ellos “se merecían esa ayuda”.

Sí, es cierto, es una deuda social importante, una deuda que empezó a saldarse magníficamente durante el gobierno anterior del presidente Horacio Cartes. Allí están las mil viviendas, el barrio San Francisco, mil familias, afuera de estos avatares, de esto de ir a ocupar plazas, etc.

¿Por qué no se replica inmediatamente este modelo de trabajo para este problema tan miserable que nos exhibe a la vista del mundo como un país de pordioseros? A esta altura, el Gobierno debió haber anunciado ya otros dos o tres barrios San Francisco. Pero no, la organización liderada ahora por el cuestionado Danny Durand anunció “planes para viviendas de la clase media”. Necesario, pero no urgente.

Así como están las cosas, con la demora del Gobierno en reaccionar y arbitrar soluciones definitivas para tan viejo problema, dentro de poco tendremos damnificados en la explanada del Panteón de los Héroes. O perforando el asfalto de la calle Palma para plantar allí sus viviendas. El centro está tomado por esta gente. Por eso la huida hacia la zona de Villa Morra y el sector corporativo que  nunca soluciona el drama de sus cloacas, dicho sea de paso.

Hay que ocuparse del problema de manera perentoria. La situación no da para más. Lo dijimos, el ejemplo, la solución está a la vista. Claro que para ello hay que emplear los fondos sociales de las binacionales que hoy día están comprometidos en otros menesteres “non sanctos”.

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