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Gatopardismo legislativo

Los diputados no quieren que pueda existir siquiera la posibilidad de que alguno de ellos pueda ser expulsado de la cámara, sin importar la gravedad de los delitos de los que se le acuse. Eso es así y cualquier otra cosa que digan no es verdad. Uno de los pocos que asumió esto en la sesión de ayer fue Hugo Ramírez, quien ya adelantó que, sin importar cuál será la ley que se sancione, él siempre votará en contra de la pérdida de investidura de cualquier colega.

Aunque no lo digan y se molesten cuando se les acusa de autoblindarse, ésto es lo que piensa el 60 o 70% de la cámara, que ayer no tuvo más remedio que aprobar una revisión del proyecto aprobado la semana pasada, porque tampoco son idiotas y saben leer hacia dónde va el viento. Se dieron cuenta de que el costo político de seguir insistiendo en complicar el proceso de manera que fuera poco menos que imposible que un legislador sea echado de su cámara, sería demasiado alto y no estuvieron dispuestos a asumirlo, salvo unos pocos.

Así que revieron su decisión, pero con piolita, porque, en realidad, al volver a foja cero, siguen en estudio los dos proyectos de comisión, el que da la potestad de juzgar a los legisladores al TSJE y el que dice que cada cámara es juez de sus miembros. O sea que recularon, pero no podemos sorprendernos si en cualquier momento vuelven a elegir el cuestionado proyecto.

De hecho, ninguno de los que ayer votó por la reconsideración, cambiando de postura, dijo que reconocía haberse equivocado. Claro que no; por el contrario, lo que asumieron fue que la ciudadanía no estaba conforme y exigía una respuesta más ágil al tema de la tantas veces postergada y manoseada pérdida de investidura.

Pero el estómago no les dio para definir el tema ya, de una buena vez, en la sesión de ayer. Otra vez volvieron a encontrarle la vuelta para postergarlo, por lo menos por una semana más (uno, incluso, planteó que fueran 15 días). Y se fue a comisión; de nada valieron los argumentos de quienes consideran que esto ya es una tomadura de pelo y que la gente no merece tanto manoseo.

Así que, con suerte, el próximo miércoles podrá haber un proyecto de pérdida de investidura con media sanción. Siempre y cuando en Constitucionales, el día antes, haya quórum, se logre conciliar alguna cosa y no ocurra algún desastre que suspenda la sesión del pleno. Son tantas variables que ya nadie puede estar seguro de nada.

Pero, si todo sale bien, habrá media sanción y, en algún momento, esperemos que por lo menos en la semana, el proyecto será remitido al Senado en donde, con suerte, seguirá el mismo proceso. Lo único que podríamos asegurar sin temor a equivocarnos es que, antes del receso legislativo del próximo 20 de diciembre, no habrá ley, para felicidad de Carlos Portillo y secuaces.

Si este es el Parlamento que nos merecemos, tendremos que reconocer que como ciudadanos nos falta crecer demasiado aún. Aunque, después de tanto circo, estamos a un paso de asegurar que nadie merece que se burlen de él quienes fueron electos por su voto y prometieron representarle y cuidar sus intereses.

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