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Hay que evitar el descontrol

Hay mucha plata circulando en este momento en el país. A los 125 millones de dólares que Argentina pagó a nuestro país por compensación de Yacyretá se suman las fuertes sumas que se juntan a través de donaciones de la ciudadanía y de organizaciones civiles, para asistir a los damnificados por las inundaciones.

Este es, o debería ser, un hecho altamente positivo porque más que nunca en varias décadas tenemos miles de familias afectadas, cuyos bienes fueron arrastrados por las aguas y necesitan desesperadamente de la solidaridad de los demás. Así que es una buena noticia que se estén juntado millones para ayudarles.

El problema es que con las masivas declaraciones de emergencia que está dando el Congreso a muchos departamentos, hace que el dinero destinado para los afectados se dispone de manera rápida, y se otorgan responsabilidades sin ningún tipo de licitación, lo que hace que resulte peligroso que, nuevamente, aparezca el descontrol y los administradores de la cosa pública no destinen la plata a dónde deben sino que busquen beneficios para sí mismos o su entorno cercano.

Lastimosamente, somos un pueblo condenado por su pasado y nuestro pasado es turbio en todo lo que se refiere al manejo de la plata del Estado, esa que dicen que nos pertenece a todos pero que jamás vemos ni sentimos su presencia. La verdad es que, hasta ahora, no nos ha ocurrido que se ponga como administrador del dinero a alguien honesto, responsable y, por sobre todo, patriota.

No sabemos si es que el olfato de quienes tienen el poder de elegir a las personas es tan desastroso, por lo que jamás dan en el clavo, o directamente cualquier honesto al que se le entregue una fuerte cantidad de dinero y se le diga que podrá usarlo para esto, para lo otro, y lo de más allá, pero nadie lo controlará, pierde todo principio de honestidad y se vuelve loco llenando sus bolsillos y los de los que están con él.

Si queremos seguir teniendo alguna mínima esperanza de que las cosas podrán mejorar en el país, tarde o temprano, no podemos creer en la segunda alternativa, porque entonces sí ya no habrá posibilidad de un cambio profundo.

Lo que habría que hacer el Parlamento es evitar que las declaraciones de emergencia activen el botón de “vale todo”, y establecer mecanismos de control, a lo mejor sin tantas exigencias como en un procedimiento normal, pero que prohíban la libre disposición de los recursos, y, sobre todo, debe establecer la obligación de los administradores de rendir cuentas sobre lo ejecutado.

Gran parte de los departamentos de todo el país fue afectada por las lluvias, inundaciones y las crecidas de los ríos. Así que todo el dinero que se recaude en las diferentes campañas solidarias y como producto de donaciones de todo tipo, es fundamental, urgente e imprescindible. Si se administra correctamente, utilizándolo para los fines para los que fue juntado, se paliará en gran medida toda la tragedia que están viviendo familias paraguayas que vieron como el agua se llevaba todas sus pertenencias.

No hay ningún derecho de negociar con las necesidades de la gente. Pero ocurre y ocurrió siempre, lo cual no necesariamente implica que estamos condenados y no hay esperanzas. Claro que esta vez se podría hacer bien las cosas, pero para que no haya tentaciones innecesarias, tiene que establecerse un mecanismo de rígido control. Los resultados serán muy diferentes a los que obtuvimos hasta ahora.

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