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Hechos, no palabras

Nadie se lo esperaba. Era un acto si se quiere normal. Inauguración de la nueva ruta Curuguaty-Villa Igatimí-Ypejhú. Asistía el presidente de la República. Discursos habituales. De pronto el mandatario pide el micrófono, su speech no estaba previsto, y empieza a hablar.

Marito, palabras más, palabras menos, dijo que “Esto es la continuidad de una política de estado, es un ejemplo metafórico y real de la construcción de políticas públicas, con una visión que nos permita corresponsabilidad en la construcción del futuro de la Nación y hay que decirlo así como son las cosas”, sostuvo el mandatario.

Aquí ya todo el mundo paró la oreja… “la continuidad de una política de Estado…”, raro que hablase en esos términos ya que en todas las ocasiones anteriores todo empezaba y terminaba bajo su gobierno.

Pero siguió el hombre y era otro Mario Abdo. Destacó que la obra inaugurada se inició “bajo la voluntad política del anterior gobierno” (el de Cartes), que se estaba inaugurando bajo el suyo.

Remató todo conceptualizando bastante bien el asunto: “De eso se trata la conciencia democrática, que nos lleve a entender de que el Paraguay no depende de un presidente, que se debe trazar un destino común, a pesar de las diferencias, para que progrese nuestro país”, subrayó.

Parecían palabras de un estadista. Alguien que entiende el “kuré kutú”, como dice nuestra gente.

Pero, entonces ¿por qué hizo todo al revés desde que asumió el poder.

Su primera “obra de gobierno“ fue intentar borrar de un plumazo todo lo bueno que había hecho Cartes. Desde volver a mudar la embajada de Israel desde Jerusalén hasta Tel Aviv, lo que desató la ira de los israelíes, que fue una clara muestra de que iban a “sacar pecho” con todo, hasta que no quedaran “rastros” de la administración de HC.

No pudieron  hacerlo desde luego. Donde iban en el extranjero recibían elogios, por cosas que hizo el anterior gobierno. Internamente también. Cientos de grandes obras de infraestructura con  el financiamiento-lo más difícil- listo como para que se empiece nomas.

Y conste que ello fue conseguido con el Congreso opositor donde el, “grupete”, ponía palos a la rueda entusiastamente.

¿Por qué ahora el presidente vio la luz? Obviamente, por el salvataje que le dio HC con  el tema del acta de Itaipu, pensará el lector. Sin embargo, apenas las aguas se aquietaron, el mandatario volvió a tomar decisiones “imprudentes”, por llamarlas de alguna manera, como en el caso del nombramiento de Friedmann en el MAG. HC quería que éste dejara el Senado, pero por impostor, no para ocupar un cargo de mayor relevancia.

Al parecer hay una suerte de “gatopardismo” palabreja que significa “cambiar algo para que no cambie nada”. O cambiar a algunos porque hay una tremenda crisis, pero no por un  mea culpa sincero. Siempre se puede aducir que hay una conspiración en ciernes.

En síntesis, se le puede creer a este Presidente que aparenta conciliador y que en adelante quiere hacer bien las cosas. A luz de sus antecedentes, no. Sólo por lo que dijo en un acto perdido en una localidad del interior del país, evidentemente hay que ser muy crédulos y desprevenidos. En todo caso a ponerse en guardia para ver que se las trae y en el momento oportuno interpelarlo: ¡Hechos, no palabras señor Presidente!

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