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Impotentes

Se equivocan quienes piensan que toda la movilización a través de las redes sociales que se produjo la semana pasada a causa del asesinato de Vita Aranda fue porque ella y su marido son mediáticos y la gente intentó de alguna manera formar parte, aunque sea de la tragedia que terminó con la vida de ella y afectó la de él.

Las opiniones, críticas y llantos, que también quedaron en evidencia durante la manifestación del sábado a la noche frente a Mburuvicha Roga, no son más que la muestra de la desesperación y angustia de una población que se siente impotente ante la evidente desprotección a la que está expuesta, sometida a un gobierno al que no le interesa en lo más absoluto lo que pueda pasar con su gente.

Dicen algunos que en el mismo momento en el que ocurría la tragedia, a pocas cuadras de allí la primera dama festejaba su cumpleaños. Añaden, incluso, que hubo fuegos artificiales por tan magno evento. Y si bien tienen razón quienes dicen que aunque sean la pareja presidencial, tienen derecho a su vida privada, resulta increíble que en todo el entorno de Abdo Benítez no hubo nadie que le contara lo que acababa de pasar, a fin de que, por lo menos, se guardara alguna apariencia.

En realidad, nuestro presidente no es alguien que pierde el sueño pensando en su gente. Y eso ya lo demostró hasta el hartazgo aunque, por lo visto, siempre tenemos espacio para volver a sorprendernos. Si alguno tiene duda de esto, bastó el comportamiento de la bancada oficialista, hace 2 días, cuando, en alianza con ciertos opositores, logró salvar del escarnio y la expulsión a Arnaldo Giuzzio, quien, hasta nos atreveríamos a decir, es uno de los peores ministros del Interior desde el 89.

Todos nos indignamos con lo que le ocurrió a Vita, y no por mediática, sino porque era una paraguaya común, madre de 3 hijos, que cayó víctima de una violencia que bien podía haberse evitado si es que a una sola persona, en este gobierno desprestigiado e inútil, se le hubiera ocurrido pensar que había que elaborar alguna estrategia para evitar que el crimen organizado siguiera apoderándose del territorio nacional y que su deber era proteger a la gente, su gente.

No fue así, y hoy lloramos la muerte de Vita, que es un poco la muerte de todos los que pensamos que quizá, con un poco de buena voluntad, la vida podría ser mejor para los paraguayos.

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