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Incoherencia liberal

No es extraño que los liberales digan una cosa y hagan otra. Es algo que han venido repitiendo a lo largo de estas casi 3 décadas de transición, en donde pasaron de ser una alternativa creíble, a mostrar los mismos vicios y malas costumbres que siempre dijeron combatir.

Siempre se mostraron como los impolutos, férreos defensores de la transparencia y enemigos declarados de los corruptos. Claro que ya durante el gobierno de Federico Franco quedó más que claro que estaban muy lejos de sus intenciones combatir la corrupción. Algunos dicen que, menos mal, el liberal estuvo apenas un año y medio en el poder, de lo contrario su equipo hubiera llevado hasta el país, si hubiera tenido rueditas.

Pero ellos siguen tan campantes. Jamás hicieron un mea culpa de nada. Actúan como si ninguno hubiera robado un lápiz jamás en su vida. Y mientras Eusebio y Eligio Ayala patean sus tumbas de la rabia, los “efraines”, “federicos” y “salynes” se pavonean orgullosos mostrando lo que son, unos soberanos caraduras, lanzando diatribas contra la corrupción, pero protegiendo a los corruptos, siempre y cuando sean de su signo político, lo que los convierte en cómplices de los delitos que estos hubieran cometido.

Esto ocurre ahora con el caso de Carlos Portillo. Si bien la presunción de inocencia está garantizada en la Constitución, nadie duda de que quien habla en las grabaciones en las que transa una coima con una procesada, es el diputado altoparanaense. Hasta el mismo primero lo negó, después lo reconoció y enseguida lo volvió a negar. Podemos seguir usando la palabra “supuesto”, “presunto”, pero nadie niega la realidad.

Nadie, excepto la cúpula liberal, que no quiere que Carlitos pierda su investidura hasta tanto no se le formule la acusación formal. Ya fue imputado, ya está desaforado; es cierto, falta que la Fiscalía lo acuse por tráfico de influencias y cohecho pasivo.

Pero ¿por qué esperar? Si les interesara tanto combatir la corrupción y a los corruptos –que muchas veces no significan lo mismo- ellos deberían ser quienes impulsan su pérdida de investidura. Es más, tanto critican al Poder Judicial y al Ministerio Público por estar al servicio de la clase política gobernante, que hubieran dado una gran lección a jueces y fiscales, haciendo ellos lo que los otros no fueron capaces de hacer, castigar con dureza a alguien que, a todas luces, cometió los delitos por los que está imputado.

No hay caso, ellos quieren una acusación formal; antes, no harán nada y seguirán cantándole “arroró mi niño” al ingenuo Carlitos, que con un telefonazo pareciera manejar a su antojo a todo el Poder Judicial del Alto Paraná.

Alguno dirá que, en el fondo, ni Efraín ni ninguno de su entorno está siendo incoherente, porque finalmente, por lo menos la mayoría de ellos –incluido él mismo- está en una situación procesal bastante parecida a la de Portillo, ya que casi todos los liberales que ocuparon cargos públicos en este tiempo, y mucho más durante el gobierno de Fernando Lugo y Franco, están siendo investigados por lesión de confianza. Algunos, incluso, ya fueron imputados y desaforados.

Esto es cierto; pero entonces, lo que deberían hacer es cerrar la boca y bajar la cabeza y no ponerse la capa de Superman cada vez que cae en gorra algún senador o diputado colorado.

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