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Ineficiencia extrema

La tremenda “gaffe” presidencial con el hombre (Juan Pueblo) que le imploraba medicinas para su hermano, armó tanto escándalo que impidió ver el “bosque”. La aguda falta de medicamentos en los hospitales públicos, que hace correr una carrera de vida o  muerte (generalmente esto último) a la ciudadanía.

El COVID en sí ya resulta una tragedia sin nombre. Enfermarse es embarcarse en obscuros destinos donde ya no se tiene ninguna certeza si se volverá a encontrar con  sus seres queridos. No se tiene ni el consuelo de los “velorios” para el último adiós.

Pero todo ese drama está agudizado ahora por la carencia -que podríamos calificar hasta de criminal- de medicamentos esenciales en los hospitales públicos. Son insumos sumamente costosos, que un 99,9% de la población no puede costearse. Se habla de 3 millones de Gs por día, más o menos de acuerdo a la gravedad del cuadro y mínimo por un par de semanas. El hombre que imploró ayuda  a Marito está vendiendo su auto. Otros venden sus casas, la hipotecan, hacen polladas, un  camino de martirio al que están siendo sometidas las familias paraguayas.

Y bueno, diría uno. No hay más dinero. Se acabó la plata y ello sería hasta comprensible en un país como este.

Pero resulta que este no es el caso. Salud tiene dinero, mucho dinero, 230 millones de dólares (ver titular principal de tapa), que están guardados, no se ejecutan, un desperdicio habiendo tantas carencias. Cuando se pregunta a las autoridades de Salud a que se debe esta grotesca situación, aducen que se deben cumplir una serie de pasos (burocracia) que atrasan la compra y que no se pueden obviar so pena  de cometer un delito de mala administración  o incurrir en sospechas de corrupción.

Pero entonces, ¿aceptan estar atados de pies y manos sin patalear mientras el pueblo implora soluciones?. ¿Qué hace Mazzoleni?. ¿Por qué no plantea un régimen de excepción al Parlamento?, que saquen leyes que agilicen los procesos si este es el caso. Dicen también  que la producción mundial no es suficiente pero cruzas la calle, te vas a la farmacia de enfrente y los conseguís sin problemas. En realidad sin problemas no. Con un sobreprecio feroz, que aquí las farmacéuticas también lucran con las lágrimas de la gente.

El escándalo del taxista guaireño debe servir para algo más que la crítica a la pobre respuesta presidencial.  Si el ministro y las autoridades de Salud no hallan alguna solución, alguien, los parlamentarios quizás, deberían  tomar cartas en el asunto y terminar con esta tortura de la compra de medicamentos para el COVID, que está terminando por destruir el carácter jovial y pacifico del pueblo paraguayo.

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