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Ipo’i hápe oso la piola

El guaraní siempre tan expresivo sirve para dibujar exactamente lo que ocurrió con el caso de la condena a 12 años de cárcel al policía que le disparó balines de goma a un diputado liberal. “La cuerda se suelta en el sitio más angosto”, sería la traducción literal.  En el sentido oculto, el garrote de la Justicia y en general de todas las actividades humanas, le cae siempre al más débil.

Hace un par de días la opinión pública fue sorprendida por la sentencia de un ignoto tribunal que le aplicó una brutal condena a un suboficial que desesperado, en el entrevero con los que querían quemar el Congreso, hirió en el rostro a uno de los “descamisados” que estaban atacándolos y que resultó un diputado liberal, Edgar Acosta.

Se armó un gran escándalo que por poco no se llamó a la Cruz Roja Internacional para que se ocupara de semejante “tragedia”.

Los miembros del Tribunal de Sentencia que produjeron el ridículo fallo no se pusieron ni por un segundo en la piel del uniformado. Sobrepasados en número por los violentos manifestantes que les arrojaban, piedras, trozos de asfalto, botellas inflamadas, en lo que se conoce como bombas “Molotov”, en tanto iban retrocediendo, disparaban sus armas disuasivas, no letales, para ver la forma de parar a la enfurecida multitud.

Cuando se propician hechos de violencia ocurrió lo que tenía que ocurrir. Salieron perdiendo los dos bandos. Los atacantes y los atacados. Solo que en este caso –como siempre- se soltó “donde ipo’i la piola”.

En un acto que intenta reparar a medias esta grave injusticia, tres legisladores pertenecientes al cartismo visitaron ayer al policía y le prometieron todo el apoyo posible en materia jurídica y económica, que ese es el principal problema de los reos humildes. Con el gesto estaban denotando su desacuerdo con la rigurosidad de la Justicia en este caso, y lo dijeron públicamente: El hombre no hizo más que cumplir con su deber en un momento en que estaba siendo gravemente amenazada la institucionalidad de la República.

Hasta aquí uno está tentado a decir…bueno, así son las cosas en el Paraguay.

Pero hay un elemento que no se nos pasó y que es mucho más grave que todo el relatorio que hicimos hasta ahora. Es el hecho de que los verdaderos culpables, los que organizaron todo, montaron la tragedia y armaron a sus partidarios, están absolutamente impunes y gozando de la fresca viruta.  Hasta Efraín Alegre y sus acólitos, que de ellos se trata, no llega hasta hoy la vara de la Justicia. Tampoco al instigador nato y comprobado de esos hechos de sangre, el diario ABC Color, en la persona de su director propietario, Aldo Zuccolillo. ABC impulsó a la gente a salir a la calle para desencadenar estos hechos vandálicos.

Lo del policía con 12 años de cárcel es importante, pero más importante aún es que en medio de este conato de violencia, fue asesinado Rodrigo Quintana, perdiéndose una preciosa vida joven en aras de los bastardos intereses políticos del actual “líder” del PLRA.

Por eso es que indigna esta sentencia. “Ipo’i hápe osó la piola”. Efraín Alegre y sus amigos como únicos responsables y ejecutores de los tristes sucesos del 31M, son quienes verdaderamente deben estar tras las rejas y soportando duras condenas. No otros.

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