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La Constituyente en la agenda política

En caso de ganar las elecciones del 22 de abril, Mario Abdo Benítez ratificó que una de las primeras cosas que hará será impulsar una convención constituyente, teniendo como objetivo fundamental cambiar el sistema de selección de jueces y fiscales, y a los miembros de los órganos supra poderes como el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, evitando la injerencia política en los mismos.

Durante los 27 años que tiene la Constitución, en cada período presidencial se ha manifestado la intención de reformarla, pero casi siempre para permitir la reelección presidencial, figura ésta que es la única, junto a la de gobernadores, que no puede aspirar a un segundo mandato, más que nada porque los constituyentes del 91 estaban aún marcados a fuego por los 36 años de dictadura, y lo único que pretendían impedir era que la historia se repitiera.

Abdo Benítez mantiene la misma postura que cuando se intentó la reelección vía enmienda constitucional y dice que, en caso de permitirse el segundo mandato, no puede ser beneficiado con esto el presidente que está en ejercicio del poder en el momento en el que se convoca a una constituyente. Esto es muy sensato y, posiblemente, permita que otros sectores decidan apoyar la figura, tan denostada hasta ahora por sectores de la oposición que siempre ven un deseo del presidente de turno de perpetuarse en el poder.

Pero hay otras cuestiones que deben ser atendidas, más que nada porque nuestra constitución, apenas estrenado el proceso democrático, adolece de errores graves y de grandes lagunas, ya que en las casi 30 décadas de vigencia, la realidad demostró sobrepasar ampliamente a la fantasía.

Una figura que debe contener la nueva Constitución es la revocatoria de mandato, algo contundente y que evitará que nuestros legisladores sigan aprovechando al electorado para conseguir una banca que les garantiza la impunidad para cometer todo tipo de abusos, delitos o tropelías.

La interpretación de la figura de revocatoria de mandato es bien sencilla y fácil de entender. Significa que el mismo electorado que hizo que fulano de tal consiga una banca en el Parlamento o en cualquier otro cargo electivo, puede hacer que lo pierda si es que no responde a las expectativas de quienes lo llevaron al poder. No hay nada más efectivo para que una figura que surge de elecciones cumpla a cabalidad con sus funciones que el saber que si no lo hace podrá ser echado del cargo como cualquier hijo de vecino.

Puestos a analizar son varias las figuras que deben ser incluidas, otras aclaradas con mayor precisión y otras eliminadas. Entre éstas, bien pudiera estar la senaduría vitalicia, que lo único que hizo fue generar confusión a la hora de su aplicación, porque parte de una premisa falsa, que un expresidente no tiene ambiciones políticas, algo que, ha quedado demostrado, es absurdamente ridículo, puesto que quien estuvo al frente del Ejecutivo e hizo un buen papel, no puede ser condenado a la muerte política, como hoy pretenden opositores al gobierno.

Probablemente, la constituyente se realizará el año próximo. Más vale que todos los sectores políticos trabajen en una campaña seria a fin de conseguir que sus representantes formen parte de la misma. De lo contrario, después no podrán quejarse.

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