Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio… había dicho Cristo. Y agregó Churchill varios siglos después “Es bueno aprender de la experiencia ajena porque la propia cuesta caro y llega tarde”, así que no será pérdida de tiempo tratar de entender y aprender de la crisis venezolana.
29 muertos en 30 días fue el balance de abril. Y mayo no queda atrás. Caracas paralizada, sus calles copadas por manifestantes de uno y otro bando. Para entender cómo y porqué se llegó a esto es necesario entender su proceso. La clase media desapareció en Venezuela, el 89 % de la población está hoy bajo la línea de la pobreza. El sector empresarial privado ya no existe, las empresas quebraron y nadie invierte en el país. La fuga de capitales entre 1999 y 2011 alcanzaba 131.538 millones de dólares, equivalente a 5 veces el PIB de nuestro país. Los que no salieron, están hoy en las calles manifestándose.
Pero, a pesar de lo que vemos diariamente en los noticieros y las redes, un sector importante de los 31 millones de venezolanos sigue apoyando a Maduro. Es que el 48% de la población venezolana vivía bajo la línea de la pobreza cuando Chávez llegó al poder. Esa gente recibió del gobierno bolivariano prestaciones que nunca imaginaron. Y hoy muchos, aunque cada día menos, siguen convencidos que el desabastecimiento, la inflación y el caos en Venezuela son provocados por el imperialismo yanqui y no por el desgobierno de Maduro. Esa es la gente que sale a las calles para defender la revolución bolivariana, mientras el resto lo hace en nombre de la restauración de la democracia. La gente de Maduro está organizada en comités y milicias urbanas. La gente de la oposición está harta, pero desorganizada. “Ya no tenemos nada que perder salvo la vida”, se les escucha decir.
Aunque Maduro se mantuvo en la Presidencia, la oposición política logró mayoría en la Asamblea Nacional en las elecciones pasadas. El gobierno no pudo manejar la crisis. La oposición pidió la convocatoria a un REFERÉNDUM revocatorio previsto en la Constitución, para que “el pueblo decida” mediante el sufragio. Maduro se opuso porque tiene miedo al resultado electoral y contraatacó proponiendo una REFORMA CONSTITUCIONAL, para que se “delegue en un grupo de personas”, que presume en su mayoría le serán leales, el EJERCICIO DEL PODER CONSTITUYENTE que se supone producirá una nueva constitución que limitará las atribuciones de la Asamblea… La crisis política salió del ámbito del ejecutivo y el legislativo, se profundiza en las calles y está desencadenando una guerra civil.
La crisis venezolana es la crisis de un gobierno que se apropió de la segunda mayor reserva de petróleo del mundo y, como le pareció que ese recurso era inagotable, destruyó a todo su sector productivo y para asegurarse el manejo exclusivo y discrecional de la distribución se fue endureciendo cada vez más…
El gobierno de Maduro se desmorona porque el Socialismo Bolivariano no entendió las leyes del mercado. No entendió que no existe capacidad humana ni estatal que pueda torcer esas leyes… y ahí tenemos hoy a la gente saliendo a la calle desde hace más de tres años a reclamar comida a un gobierno empresario que vendía petróleo (a crédito) e importaba bienes de consumo para distribuirlos a precios subvencionados para fidelizar su clientela política. (La historia se repite tristemente. Alguien que tenga más de 60 años recordará que, en 1973, las amas de casa chilenas salieron a la calle a sonar cacerolas vacías, los transportistas pararon sus autobuses reclamando reajustes, los obreros pararon las fábricas reclamando aumentos, los estudiantes protestaron contra un gobierno al que dos años antes habían endiosado… y todo porque Pedro Vuskovic creyó que podía repartir riqueza antes de producirla, imprimiendo billetes y distribuyendo inflación… y porque Allende se lo creyó… hasta que le fue demasiado tarde para aprender…).
Tan importante como entender las leyes del mercado es entender los procesos sociales y políticos. A la oposición venezolana le cuesta ejercer liderazgo porque no aprendió de los errores del pasado. Creen que los seguidores de Maduro lo son por fanáticos e incultos, no porque, antes de 1999, los gobiernos que precedieron a Chávez no fueron capaces de promover un desarrollo económico incluyente, no impidieron la concentración de poder en monopolios, monopsonios, oligopolios y otras distorsiones excluyentes del mercado, no facilitaron el acceso equitativo a salud y educación a su población, no pudieron crear condiciones para la creación amplia de riqueza y, entonces, la pobreza y el hambre se enseñorearon sobre la mitad de la población del país. Y ENTONCES, COMO AHORA, aquellos gobiernos apelaron a la represión y a la violencia para aplacar las protestas. Por eso, Venezuela no escapó a la triste suerte de casi toda Latinoamérica: su vida política está jalonada de guerras civiles ( 13!, algunas muy sangrientas) y tiranos (algunos sanguinarios como Pérez Jiménez, otros con guantes blancos pero no menos autoritarios como el otro Pérez, o Leoni o Betancourt o Caldera). Y otros más recientes como los del socialismo del nuevo milenio.
Maduro va a caer pronto. El proceso ya es violento y puede ser más. Los gobiernos que vengan después no la tendrán fácil. Tendrán que buscar consenso, entender las reglas del mercado y su relación con la correlación de fuerzas políticas y actuar en el mercado promoviendo transparencia (información, calidad, defensa del consumidor, competencia) y desconcentración del poder. Tendrán que recuperar la confianza de la gente en el país, recuperar el crédito y volver a atraer inversiones para que se generen empleos. Y tendrán que garantizar a la población sus derechos de salud, educación y vivienda… Esa es en definitiva, la mejor forma de hacer gobierno… pero no hay una receta, se hace camino al andar… Y aunque no exista un modelo, promover la democracia – crear condiciones para que varios grupos organizados tengan posibilidades reales de llegar al poder y respeten las reglas de juego, crear condiciones para que las leyes del mercado funcionen de manera transparente y dificulten el “reparto de botines” como única meta del poder político – sigue siendo la mejor praxis política de un país y es un proceso jalonado de aprendizajes.
Pero, mientras aprendemos, no podemos dejar de ser solidarios. El chavismo ya no puede sostener su aparato político y, en su caída, va a seguir asesinando gente. No podemos mirar indiferentes cómo ocurre eso. Los organismos de seguridad del continente y del mundo (ONU, OEA, UNASUR, MERCOSUR…) tienen que intervenir para parar la matanza en Venezuela y reencausar la crisis por el camino institucional. Paraguay demostró recientemente gran capacidad para evitar que una crisis política salga de contexto y se instale en las calles. Eso le da cierta autoridad a nuestro gobierno para promover ese apoyo internacional a Venezuela con carácter de urgencia. No es bueno quedarse mirando la paja en el ojo ajeno.