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La moderna corrupción

¿Sabía usted que aproximadamente el 30% del patrimonio de los más ricos del mundo está colocado en los llamados “paraísos fiscales”? ¿Que casi un cuarto de los depósitos bancarios del planeta, 23% para ser más precisos, pertenecen a sociedades “offshore”, representando al menos 3 billones de dólares?  ¿Y que estos capitales ocultos evaden anualmente sumas que superan los 250.000 millones de dólares? Pues es así. De ahí la tremenda polvareda que levantó la divulgación de los “PanamáPapers”, que ya tumbó al jefe de Estado de Islandia, le dejó en la cuerda floja al presidente Argentino Mauricio Macri, imputado en la víspera por la Fiscalía, y está arrastrando  a muchos poderosos hacia el abismo. Los documentos publicados no revelan la simple inmoralidad de muchos millonarios, ni un escándalo más, de los tantos que se conocen casi a diario. Son la expresión más acabada de la criminalidad financiera incrustada en la economía mundial y del “perfeccionamiento” de la corrupción en la era moderna.

Las compañías “offshore”  no son necesariamente ilegales. Las personas físicas o empresas pueden usarlas para reducir legalmente su carga impositiva beneficiándose con impuestos más bajos en lugares como Panamá, las Islas Caimán y Bermudas. Pero no solo en ellos. También operan en territorio de grandes potencias, como en el Estado de Delaware en Estados Unidos, la City de Londres y Hong Kong, además de otras islas que también se hallan bajo la tutela norteamericana, como la de Man y Jersey.

El problema arranca cuando estas empresas son utilizadas para ocultar algo, que es lo que sucede en la mayoría de los casos, sea dinero proveniente de actividades ilícitas o de la evasión de impuestos, la compra de propiedades, yates o aviones de lujo. Y la firma Mossack Fonseca, de donde se filtró la montaña de información, es la que ayudó a conformarlas, poniendo incluso a falsos propietarios al frente de ellas y hasta a supuestos empleados que ni siquiera contaban con oficinas, por lo que mal puede decir, como lo afirma, que sus actividades se desarrollaron “en los marcos de la ley”.

Ahora, en un acto de soberana hipocresía, muchos gobiernos se pronunciaron nuevamente sobre la urgente necesidad de “controlar rigurosamente los paraísos fiscales”, siendo que bastaría con que controlen directamente a las grandes empresas, grupos financieros y bancos que los utilizaron siempre.

Solo resta decir que mientras las firmas radicadas en esos “paraísos” evaden 250.000 millones de dólares/año, cerca de 3.000 millones de seres humanos viven en el mundo con menos de 2,5 dólares por día, poco menos de 14.000 guaraníes. Ese es el resultado concreto de las “offshore”, que no son otra cosa más que el rostro de la corrupción moderna.

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