El pobre no tiene más remedio. Se enferma y trata de automedicarse en lo posible para no ir a parar a un Centro de Salud o al IPS, aunque esta segunda opción es ya para los más “acomodados”.
Pero concentrémonos en la red de salud pública, que el IPS da para un capítulo aparte.
Lo primero que hay que saber antes de concurrir a un Centro de Salud, es que habrá que perder toda la mañana o toda la tarde para una atención en “urgencias” (ramos generales) o un par de días, o semanas, para consultar con un especialista (que normalmente hay muy pocos) y entonces sos derivado hacia los “hospitales de la calle Venezuela”.
En urgencias te atienden como pueden (médicos heroicos, pero algo sucios y sudorosos) no de acuerdo al orden de llegada (porque siempre hay mucha gente) sino de acuerdo a la gravedad de tu caso. Te bajan la fiebre con paracetamol (que está al orden del día) algún antibiótico, antiinflamatorio y a otra cosa mariposa. El resto hay que campanearte solo. Hasta allí llega la mano auxiliadora del Estado.
En el caso de las consultas con un especialista, el tema es mucho más complicado. En algunos Centros de Salud tenés que estar más o menos a las 2 de la madrugada para formar fila. A las 6 de la mañana entregan los números, y en horario de oficina llegan los médicos. Salís como a las 10…11 de la mañana.
Bueno, se pierde tiempo nomás, pero finalmente te atienden, dirá algún lector. Pero póngase en el lugar de las empleadas domésticas que son quienes generalmente concurren a demandar esta atención. En realidad, no solo ellas, toda su familia y muchos, muchísimos niños, que no pueden esperar. No pueden estar ahí todo el día, porque podrían perder el trabajo detrás. Es un riesgo que se corre. Hay cada patrona “pirevai” que con un descuido vas a la calle…y encima enferma.
En los centros de salud del interior la situación es mucho más precaria. Hay un médico, una enfermera y una obstetra. Nada más.
Valga esta exposición de datos para que se tenga una idea aproximada del estado de la salud en nuestro país.
La situación es dramática, sumamente precaria, estamos en los primeros escalones de la atención primaria que se debe al pueblo.
No es de extrañar que el presidente de la República haya perdido momentáneamente los estribos cuando respondió irónicamente ayer en CDE a una manifestante que le advirtió en el marco de este problema que no terminaría su mandato si deja de lado al pueblo. “Me vas a echar? ¡Qué miedo!”, le dijo pero luego reaccionó y la felicitó por hacer el pedido en el marco del respeto.
Es que Marito sabe que la situación a este respecto es explosiva. La intemperancia de su ministro de Salud, Julio Mazzoleni, contribuye a agravar la crispación. El funcionario se encierra en su caparazón y no recibe a nadie.
Ahora Salud Pública tiene en desarrollo un megaconcurso para incorporar gente de blanco, médicos, enfermeras y personal para las unidades de salud familiar. Es un gran primer paso para ir arreglando las cosas. Son 811 vacancias que llenarán la mitad de los cargos pendientes.
Por supuesto, luego está el problema de los medicamentos, equipos, infraestructura, etc., una escalera empinada de requerimientos para poder ir arreglando la situación.
Entretanto, que le vas a hacer, habrá que ir soportando el aluvión de críticas, sin perder la paciencia. No hay de otra, como se dice popularmente.