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La verdadera historia detrás de la “historia”

Un programa de TV nos informó recientemente que la fortuna  que recibieron los herederos de Alfredo Stroessner ascendería a 500 millones de dólares. Esto saltó a raíz del reclamo de una parte de dicha suma, 20 millones, que hará la señora Michele Fleitas ante los tribunales del Brasil, quien de muy jovencita mantuvo un romance con el dictador, del cual tuvo tres hijos, Verónica, Gisela y Enrique. La suma en cuestión le había prometido uno de los descendientes del tirano, Diego Domínguez, a modo de “arreglo amistoso”, pero dado que no cumplió, la mujer, quien asegura que “el general” le había ofrecido incluso matrimonio, entablará la demanda próximamente.

Hasta ahí pareciera la mezcla de alguna novela mexicana con la de Dallas, que combina historias de amor y de traiciones entre familiares. Pero eso, que puede resultar entretenido, está muy lejos de ser lo fundamental. El tema que a todos nos atañe es porqué esos 500 millones de dólares, fruto de un colosal latrocinio, tienen que estar en manos de los Stroessner, Domínguez, Fleitas o quienes fueren, en lugar de ser recuperados para el Estado paraguayo.

A nadie escapa que una de las asignaturas pendientes que tiene nuestra democracia, la más importante de todas, es la referida a saldar los crímenes cometidos durante el régimen stronista, en todos los órdenes. Fueron casi 35 años de pisoteo salvaje a los Derechos Humanos y de saqueo brutal a las arcas públicas. Sin embargo, los responsables de los crímenes siguen impunes y sus familias disfrutan el enorme “botín” que aquellos se llevaron.

El caso de Stroessner es el más alevoso de todos. Sus parientes de varias generaciones nos enrostran cotidianamente el producto de lo robado por el suegro, tío o abuelo, según el descendiente de quien se trate. Y por si eso fuera poco, ahora también se suman las amantes. En el caso de la señora Fleitas, su abogado, José Fernández Zacur, sostuvo que “en este litigio la cuestión económica es importante, pero accesoria” e insistió que “para Michel  y sus tres hijos lo primordial es la identidad biológica”. Sobre lo último, no hay duda alguna, pero respecto a lo primero, ni ella ni los que hoy detentan dicha fortuna tienen derecho sobre la misma.

Demás está decir que la “herencia” del dictador no es la única que debería ser recuperada. Lo mismo tendría que  ocurrir con las que dejaron todos los integrantes de su camarilla, tanto civiles como militares, que se llenaron los bolsillos metiendo una y otra vez “la mano en la lata”, además de apropiarse de todo aquello que tuviera valor en el país, como por ejemplo, las vastas extensiones de propiedades fiscales, convirtiendo en “señores estancieros” a generales, ministros y amigos de quien entonces se sentía emperador.

Por todo esto, el efecto del programa televisivo que difundió “la historia de la familia secreta de Stroessner” debe ser motivo de alarma. Su carácter novelesco no puede ocultar otra historia mucho más cruel y de terribles consecuencias socio-económicas para la Nación. Una historia que habrá que volver a juzgar con otros jueces honestos y probos, no con los que cubrieron a los criminales con  un gigantesco manto de impunidad.

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