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Limpiemos el basural, no solo algunas hojas

Según Mario Abdo Benítez, la tormenta de Santa Rosa “está limpiando el país”. Presumimos que lo dijo en referencia a la renuncia de Oscar González Daher a la Cámara de Senadores, que estuvo precedida por la de José María Ibáñez a la de  Diputados. Las expresiones del presidente fueron cuanto menos desafortunadas, porque considerar que tales hechos tienen esa implicancia solo puede significar dos cosas: O que el país estaba “apenas sucio” o que sus expectativas, en lo que respecta al combate a la corrupción, son ultra limitadas, pues de otra manera debió resaltar que tan solo se removieron un par de hojas del inmenso basural.

Lo que cualquiera esperaría de un jefe de Estado es que hable con la verdad, que dimensione la gravedad de los problemas y que señale a la corrupción como uno de los más graves que enfrenta el país desde hace décadas, como un flagelo que se expande sin cesar y que está empotrado en los tres poderes del Estado, así como en los más variados estamentos de la sociedad.

Ayer nomás, en la tapa de nuestro diario, hacíamos mención a algunos altos funcionarios del presente que gozan de completa impunidad. Algunos de ellos nombrados recientemente por el propio Marito, como el flamante procurador General de la República, Sergio Coscia, imputado y acusado por la fiscalía en diciembre del 2015. Fue por haber adulterado facturas a los fines de evadir impuestos, le “pillaron”, pagó 260 millones de guaraníes y “zafó” así de ser sometido a juicio.

Es el mismo caso que le costó el cargo de diputado a Ibáñez, por un monto nueve veces inferior, solo que en el suyo, Abdo Benítez lo premió y hora tiene la misión de “defender” los intereses del Estado paraguayo, al que defraudó hace menos de tres años.

De igual modo, el presidente le dio su respaldo político al diputado Miguel Cuevas, para que este asuma la titularidad de la Cámara Baja. Un “mal bicho”, procesado por el faltante de G. 40.000 millones en la Gobernación de Paraguarí, cuando estaba a su cargo, y sobre quien además existen indicios de haber incurrido en tráfico de influencias para evitar que el tema sea investigado por la Justicia.

Pero la lista de “sospechados” es larga, larguísima. Incluye al contralor General de la República, cuyo juicio político duerme en algún escritorio del Senado, a muchos legisladores, jueces, agentes del ministerio público, exministros de anteriores gobiernos que están procesados, poderosos empresarios, etcétera, etcétera. ¿Cómo entonces Marito puede decirnos que la tormenta de Santa Rosa “está limpiando el país”?.

Si unimos el desconocimiento de estos hechos de la realidad, que a todos nos golpea en el rostro, a nombramientos o respaldos políticos dados por el Presidente, y que el Ejecutivo convoca a los partidos políticos a discutir cualquier cosa, pero el tema de la corrupción no aparece ni de casualidad en la agenda, la conclusión es que sus dichos sobre la “limpieza” no fueron simples manifestaciones desafortunadas, sino, en realidad, el reflejo de que el combate a esta plaga que nos carcome hasta los huesos no hace parte de los planes del gobierno.

A falta de voluntad política para librar esta batalla de fundamental importancia, nuestras esperanzas solo podemos depositar en esa ciudadanía cada vez más harta de tanta podredumbre y en su capacidad de reaccionar, no para remover dos, tres o cuatro hojas, sino para limpiar en serio todo el basural que nos rodea.

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