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Lo bueno, lo malo y lo feo

“La buena noticia no vende”, es una de las premisas, falsas o no, que practican casi todos los medios de prensa en todo el planeta, a lo cual no escapan los nuestros. Ahí están las toneladas de papel y las horas de radio y TV destinados al “caso Curuguaty”, o al conflicto social que fuere, independientemente de su real envergadura, o a crónicas policiales que pintan un panorama de inseguridad solo comparable con el de aquellas terribles guerras tribales en Ruanda o Somalia. Claro está que hay problemas, acá, en Argentina y en la China, no hay porqué ocultarlos, pero tampoco exagerarlos de manera superlativa con el fin único de “vender”, ocultando otros hechos positivos de la realidad, como el que nos informara recientemente un organismo de la ONU, no del gobierno, referente al crecimiento de la clase media en Paraguay, al que califica como el mayor de América Latina.

“En el Paraguay, al contrario que en otros lugares, el crecimiento de la clase media tiene sustento en trabajo en el sector privado. Unas 500.000 mujeres ingresaron al mercado laboral en 10 años,  también jóvenes”, expresó George Gray Molina, economista en jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para Latinoamérica y el Caribe.

El experto explicó que 2 millones 600 mil personas alcanzaron el nivel medio a pesar de la desaceleración de la economía, que siempre representa un riesgo de retroceso, y acto seguido valoró la importancia de conjugar el crecimiento económico con “políticas públicas que tengan más articulación sectorial y territorial a lo largo del ciclo de vida”, una de las principales conclusiones del informe. Y es ésta la clave de todo. Solo con inclusión social se puede hablar de desarrollo, lo cual se constata con el aumento de nuestra clase media, que significa que se están dando pasos concretos para sacar a muchas familias paraguayas de la situación de pobreza.

Gray también planteó con claridad los desafíos que tiene el Paraguay y la región, como ser, en nuestro caso, mantener y ampliar los índices de crecimiento económico, que es la base para cualquier política de redistribución, y junto con los demás países de la región, dejar atrás de manera gradual el modelo “extractivo”, que conspira contra los recursos naturales, y apostar a una visión distintas de la economía, “más verde”, más sostenible y más equitativa.

Al cierre de la edición desconocemos obviamente cómo reflejarán esta información los medios de prensa de nuestro país, pero no sería de extrañar que no tenga mucha repercusión en la mayoría de ellos y si la tiene, no pase de ser un rayo en cielo despejado, que se desaparece rápidamente como si nada hubiera pasado, por aquello de que “lo bueno no vende”. Sin embargo, la labor de la prensa debe ser la de exponer ante la opinión pública la realidad en su conjunto, tal como es, con sus claros, sus grises y sus oscuros.

No somos ni el país del “todo está mal”, ni “el país de las maravillas”. Reconocer los problemas es vital para trazar las políticas que permitan superarlos, así como admitir los avances que se registran, independientemente de quien ejerza la presidencia en ese momento, para afianzarlos y ampliarlos al máximo posible, si esperar que tenga que ser un técnico de un organismo internacional tan importante, como la ONU, quien nos abra los ojos.

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