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Los desafíos de “Rierita”

Para sorpresa de muchos, Enrique Riera Escudero juró ayer como nuevo ministro de Educación y Cultura. Su nombre no formó parte de las especulaciones que se hacían en torno a quién sería el o la reemplazante de Marta Lafuente, a pesar de que había aceptado la oferta hecha por el presidente Horacio Cartes ya en horas de la tarde del pasado viernes. Pero la información se mantuvo en sigilo hasta que el propio jefe de Estado anunciaba el nombramiento a través de las redes sociales. Su tarea no será nada sencilla. Asume el cargo con decenas de colegios “tomados” por grupos de estudiantes y tantísimos otros en los que se llevan en estado de asamblea permanente, protagonizan “sentatas” y otras formas de protesta reclamando desde cuestiones tan elementales, como que no se les caiga el techo encima, o contar con baños dignos, hasta una reforma profunda del sistema educativo, para lo cual exigen que el presupuesto para la educación represente el 7% del Producto Interno Bruto, casi el doble del presente. Docentes y sectores políticos operan abiertamente para que las protestas de los secundarios se profundicen y radicalicen, a fin de sacar ellos la mayor tajada posible, completando así el panorama de un sector que lleva décadas de atraso en relación a los países vecinos. Sin embargo Riera, o “Rierita”, como se lo conoce en el ámbito político, empezó con el pie derecho, anunciando un estilo de gestión muy diferente al de su cuestionada antecesora, al punto que en su primera rueda de prensa anunció que está dispuesto a “conversar con los jóvenes, escucharlos, cuando quieran, donde quieran y a la hora que quieran”, agregando que “muchos de sus reclamos son absolutamente razonables”.

Político de larga trayectoria, captó desde el vamos uno de los mensajes de miles de jóvenes y adolescentes que exiges a los gritos ser escuchados. Algo que penosamente no comprendió en su momento la exministra Lafuente, quien, de haberlo hecho, o de haber sido asesorada correctamente en este campo, hubiera completado su gestión sin mayores sobresaltos, más allá de los que se registran normalmente en un sector que sufre tantas carencias históricas.

Pero “Rierita” debe saber muy bien que no basta con tener “juego de cintura política”, abriéndose al diálogo y a la negoción, que por cierto son el punto de partida para resolver cualquier conflicto, como el que ahora tiene la responsabilidad de solucionar. El éxito de su gestión dependerá de que pueda satisfacer aquellas demandas legítimas, separándolas de las que tienen un alto componente político, impulsadas desde fuera de las organizaciones estudiantiles por adultos irresponsables que no tienen el coraje de dar ellos mismos la cara para defenderlas.

Hablamos de las escuelas y colegios que se caen a pedazos, cuyos baños se hallan en estado deplorable, que carecen de pupitres y otros instrumentos básicos para el aprendizaje, desde cuadernos hasta un aula informática, aunque más no sea. Hablamos del almuerzo para chicos provenientes de familias muy humildes, porque con el estómago vacío no es posible asimilar ningún conocimiento. Y hablamos también de tirar al basurero de la historia el viejo “método” stronista, por el cual los estudiantes solo pueden organizarse bajo la “tutela” de directores y/o docentes.

Riera dio un paso positivo sobre estas cuestiones, al manifestar su acuerdo en declarar “emergencia educativa”, tal como solicitan los estudiantes, lo que supone que ya tiene el visto bueno de Horacio Cartes. Harán falta importantes recursos para responder a tantas urgencias. Y llegado a este punto se plantea otro problema. ¿Quiénes administrarán e impulsarán los trabajados? ¿Los municipios y gobernaciones, que hasta ahora demostraron su “eficiencia” para devorar los fondos del Fonacide, en teoría previstos para justamente cubrir esas necesidades?

El Ejecutivo debe resolver este dilema, porque si esos son los “oficiales” llamados para librar un combate tan importante, la guerra estaría perdida de antemano.

Por lo pronto, se abre un nuevo capítulo de la crisis crónica del sistema educativo paraguayo. Un político ha tomado las riendas de una de las instituciones claves del Estado y, para bien de todos, especialmente de nuestros menores, esperemos que las maneje correctamente, poniéndose a la altura que las circunstancias exigen.

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