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“Los señores de las naftas”

En el afán de justificar sus elevados precios, a estos “señores” se les esucha decir que el dólar se encareció mucho en el mismo periodo y que, por tanto, también se incrementaron los costos de sus insumos, pero es una falsedad tan grande que no resiste el menor análisis. A decir verdad, la depreciación del guaraní frente a la moneda norteamericana no llega al 30% en dicho lapso, por lo que corresponde una mayor reducción del valor de los combustibles; postura ésta que ellos no logran rebatir desde el punto de vista económico, ni matemático. Simplemente se aferran al remanido cuento del “libre mercado” y a que “el Estado no debe intervenir ”, cuando en realidad son ellos los responsables de que el mercado no funcionara correctamente porque controlaban el negocio a su gusto y paladar, es decir, arbitrariamente, en perjuicio de la sociedad toda.

Los números hablan por sí. Como informó Leite en su momento, la nafta de 90 octanos es ofrecida por Petropar a 90 guaraníes por litro más barato que los ofertados por los emblemas, la de 95 a 100 guaraníes menos y en el diésel premium la diferencia a favor de la petrolera estatal llega a 280 guaraníes. Entonces, ¿de qué “libre mercado” pueden hablar? Lo que reclaman no es otra cosa que el “derecho” de esquilmar a nuestra gente y a perjudicar nuestra economía “libremente”, sin que el Estado les ponga límites a su detestable voracidad, como se vio obligado a hacerlo al poner tope a los intereses usurarios que los bancos establecían para las tarjetas de crédito.

Para que el mercado funcione es imprescindible la intervención del Estado. Aquello de que no es necesario porque “una mano invisible” se encarga de equilibrar todo en función a la oferta y la demanda, corrigiendo incluso los defectos de manera justa y razonable, tal vez parecía razonable cuando Adam Smith, uno de los grandes teóricos del liberalismo, escribió “La Riqueza de las Naciones”, hace… 250 años, pero no ahora, después de la dolorsa experiencia de las últimas décadas, en las que numeros gobiernos refritaron sus fracasadas recetas y hundieron en la ruina a sus respectivos países.

Ahora bien, para no discutir de filosofía, ni historia, nos referiremos a una propuesta hecha por Gustavo Leite, que resulta absolutamente lógica, para ver quiénes dicen la verdad y quiénes mienten en relación a los precios de los combustibles: “Que los emblemas muestren a la gente su estructura de costos, así como lo hace Petropar y como se da en el sector bancario, que publican todos los años sus balances auditados”. Y como “los señores de las naftas” prefirieron gradar silencio, el lector puede sacar fácilmente sus conclusiones.

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