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Mejor prevenir que curar

El país no termina de sobreponerse del desastre causado por las últimas lluvias y las inundaciones, cuando se perfila claramente otra emergencia que se ve venir y que requerirá medidas extraordinarias para poder paliarla aunque sea mínimamente.

Están las torrenciales lluvias, está la riada y ahora se vienen los primeros fríos. Aparentemente llega una estación de frío extremo con  temperaturas bajísimas que van a ser un  verdadero tormento para las clases populares de nuestro país.

Este flagelo llegará  en el peor momento. Cuando la ayuda del Gobierno y de los grupos de acción ciudadana no dan abasto ante la magnitud del problema de las inundaciones, especialmente en el sur del país, donde Pilar y ciudades aledañas están luchando por mantener aunque sea la nariz a flote, antes de que el nivel del río supere todas las previsiones y arrase con el batallador muro de protección contra las aguas con  que cuenta la ciudad.

La actual emergencia tomó con la guardia baja a las autoridades nacionales y a los inoperantes y pachorrentos jefes comunales que aún después de producido el cuasi-desastre siguen sin reaccionar, con sus arcas vacías por falta de gestión y de confianza de los contribuyentes que nunca ven  nada bueno que se haya hecho con sus impuestos.

La estación fría que está llegando debe tomarlos con la guardia alta. La situación está dada para que sea una tragedia sanitaria de proporciones con la enorme cantidad de gente desplazada por las inundaciones ahora y los damnificados de siempre, que ya estaban saturando los precarios campamentos.

El Ministerio de Salud Pública no debería esperar que esa gente llegue hasta sus centros de salud. Debe ir a buscarlos en los bañados y en las precarias casitas. Están minadas de infantes, en el agua, en el barro, mal alimentados, sin  medicinas, con comidas de vez en cuando, son cientos, miles, lo primero que uno encuentra al visitar esos campamentos son niños en condiciones sumamente precarias y lamentables.

Son el caldo de cultivo de enfermedades respiratorias en primer lugar. Prevenirlas quizás con vacunas todavía es manejable. Pero tratarlas luego de que las mismas hayan minado esos pulmones infantiles es súper costoso, demandará millones y millones, solo porque el personal médico y paramédico prefirió quedarse en sus consultorios antes que salir a ensuciarse los pies en el barro.

El ministro de Salud igualmente debería romper sus esquemas de trabajo. Dejarse de protocolos y comandar esta operación salvataje de la gente que está prácticamente a la intemperie y a merced de los elementos.

El otro condimento que nos falta mencionar es el dengue. Es infernal la infestación en los sitios,  una epidemia sumamente severa también está a las puertas.

El frío es un mal enemigo de la gente pobre en el Paraguay. Perjudica hasta a los famosos “cuentapropistas”, en palabras más gruesas, a los que venden baratijas y frutas en los semáforos que no pueden ejercer su “profesión” por el frío y la lluvia. Familias enteras se quedan también así sin sustento con  lo que el panorama se torna sombrío.

En este caso que mencionamos, el de los problemas de salud que genera el frío, nunca está más vigente aquel viejo adagio de “Mejor prevenir que curar”.

Todavía se está a tiempo. Hay que sacudirse señores y acercarse a ayudar al pueblo que lo está pasando mal y al que le puede ir aun peor.

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