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Merecedor de una sanción ejemplar

Desde la época del stronismo, una de las más infames de nuestra historia, nadie habrá escuchado algún discurso o expresiones de índole antisemita, hasta el pasado miércoles, cuando el titular de la Federación de Educadores del Paraguay (FEP) y dirigente de “Colorado Añetete”, Silvio Piris, se despachó contra “el judío” Hugo Rubín. Y no lo hizo solo “en caliente”, como algunos después dijeron para minimizar el hecho, sino que lo reiteró en entrevistas mantenidas con la prensa, cruzando así la línea divisoria entre quienes apostamos a una convivencia civilizada entre todos los seres humanos y los que, con injustificadas ínfulas de superioridad, se creen con el derecho a discriminar a otros, aduciendo motivos raciales o religiosos, lo cual le hace merecedor de una dura condena social por xenófobo, así como por destilar tanta ignorancia sobre nuestra propia historia.

El hombre se “enojó” e “insultó” así a Rubín porque, en su condición de diputado, no acompañó el reclamo de incremento salarial del 8% para los docentes, por sobre el 12% que ya habían obtenido y que constituye el punto de partida para llegar en el lapso de 4 años al sueldo básico de 3 millones de guaraníes por turno, un poco más de 6 millones por mes. El problema es que no lo tildó por eso de ser un “defensor del capitalismo salvaje” o  “funcional al gobierno empresarial de Horacio Cartes” u otras manifestaciones que solemos oír en boca de dirigentes sindicales y militantes de izquierda. No. La descalificación fue por ser… “judío”, a lo que solo le faltó agregar “de mierda”, para que su alocución de corte neonazi sea completa.

Piris, quien por cierto no es precisamente rubio de ojos azules (lo que tampoco le facultaría a ser despreciativo con quienes no tienen esos rasgos), no atacó solamente a Hugo Rubín y a los judíos, sino a los principios más elementales de la democracia y los Derechos Humanos, con el agravante de que no cumple una función cualquiera, sino que tiene a su cargo nada más y nada menos que la tarea de impartir educación a nuestros hijos, lo que resulta incompatible con las posturas que sustenta.

El dirigente político-sindical, además, parece obviar dos hechos monumentales. Primero, no nació en Alemania o Austria, sino en Paraguay, que con mucho orgullo tiene raíces indígenas, no solo españolas.  Y segundo, que millares de compatriotas sufren en el exterior los malos tratos por ser “cabecitas negras”, como él, de parte de quienes tienen sus mismas opiniones, detestables desde todo punto de vista.

Sorprendentemente, ni sus jefes políticos, ni la dirigencia sindical se pronunciaron para al respecto, excepto algunos parlamentarios, a título individual, que hicieron hincapié en el cínico pedido de “perdón” que publicó en las redes sociales, “por si alguien se sintió ofendido…”, como si de esta forma subsanara el delito cometido. Es más, Marito convocó a una rueda de prensa para comunicar la adhesión de Óscar Tuma, habló sobre su presunto “espíritu de reconciliación”, pero no dijo una palabra condenatoria hacia esta grosera expresión de  intolerancia por parte de un miembro de su equipo, ni tampoco fue requerido sobre el tema por sus amigos de la prensa.

El diputado Rubín y cualquier otro pueden ser criticados y también denunciados, pero por sus posiciones políticas y sus prácticas, no por sus creencias religiosas, como lo hizo Piris, incurriendo así en un acto de racismo que debe ser condenado por la ciudadanía, tanto desde el punto de vista moral, como político.

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