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Nada fue en vano

Hace 19 años, el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña produjo una serie de hechos que cambió la historia del país. A pesar de que el gobierno de unidad nacional que surgió después defraudó a la mayoría de los paraguayos, el llamado Marzo Paraguayo no fue en vano y la movilización ciudadana demostró que el pueblo está dispuesto a defender a la República aún a costa de su vida.

Mucho se nos ha dicho que somos una comunidad sin memoria, por lo que estamos condenados a repetir nuestra historia. Esto no tiene por qué ser así. Del mismo modo como no debemos permitir que las nuevas generaciones ignoren lo que fue la dictadura, todo el dolor de esas largas décadas y las secuelas que aún hoy nos golpean de pronto con fuerza, jóvenes y niños tienen que conocer lo ocurrido, de manera a que jamás se dejen engañar por cantos de sirena y que los nostálgicos de los años del terror puedan tener alguna posibilidad de volver a apoderarse del país.

Lo mismo ocurre con el magnicidio de Argaña y el Marzo Paraguayo. Las lecciones que nos dejaron estos hechos tienen que ser aprendidas por todos, por el pueblo y por los gobernantes. Los ciudadanos tenemos que saber que esa mentada sumisión con la que nos quieren colgar el sambenito de conformistas no es más que una patraña de la que se sirven los abusadores para convencernos de que somos incapaces de actuar como colectivo y arremangarnos a la hora de luchar por un bien común y mayor.

Hoy,  los gobernantes deben ser bien conscientes de que los paraguayos podemos echar gobiernos y de que somos muy capaces de actuar de manera unida y coordinada, apostando lo que hubiere que apostar para evitar un retroceso.

Por eso es importante marcar las diferencias entre lo ocurrido en el Marzo Paraguayo y lo que fue el 31M, que está a punto de cumplir un año. En la semana de marzo de 1999, los paraguayos nos jugamos por la institucionalidad del país, y apostamos nuestras vidas por impedir que un delirante y mesiánico sujeto pudiera apoderarse del gobierno y llevarnos de nuevo al infierno. Murieron 7 jóvenes, además del vicepresidente, y su sangre se reivindica todos los días, con la consolidación del proceso democrático.

El año pasado, un grupo de políticos oportunistas y camanduleros pretendieron reeditar lo ocurrido hace 19 años, usando a la gente en beneficio propio, incitando a la violencia y contratando a patoteros que fabricaron bombas en el local del PLRA, con las que quemaron el Congreso, atacaron locales comerciales del centro de Asunción y terminó muriendo un joven, a causa del descontrol y de las insostenibles ansias de poder de un grupo que perdió el respeto por la vida humana. A diferencia de los 7 jóvenes del Marzo Paraguayo, la muerte de Rodrigo Quintana no valió la pena.

Mucha gente dice que con el marzo de 1999 murió el sentido de patriotismo y compromiso del ciudadano paraguayo, porque jamás volvió a responder con el mismo entusiasmo y la misma entrega a una convocatoria. Es falso. Lo que ocurre es que al conocer el enorme sacrificio del que es capaz, también aprendió a diferenciar cuando la República está en peligro y cuando personas inescrupulosas pretenden usarle como muralla para conseguir sus ambiciones. Ya no nos dejamos joder por nadie, por eso no hubo ningún hecho que haya merecido que volvamos a la plaza.

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