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Nadie en el arco

La cuestión de la firma del acta entreguista de Itaipú desató un “paquete” de hechos negativos que, como en cascada, se están volcando sobre la empobrecida población paraguaya.

La situación empezó a deteriorarse, en realidad, cuando el entonces nuevo gobierno quiso borrar de un plumazo muchísimo de lo bueno hecho por la administración anterior de Horacio Cartes.

La situación venía “calafateada” más o menos hasta que surgió el indignante tema del acta secreta de Itaipú.

La gente se quedó estupefacta. Había pasado algo terrible. Habían dilapidado la única esperanza de bonanza económica para el pueblo. Terrible el hecho en sí, que, como cola de alacrán, sigue destilando veneno en varios ámbitos de la vida nacional.

Después del acta la cosa esta muchísimo peor, sin duda alguna. Lo poco que estaba encaminándose se detuvo, se retrotrajo, todo el mundo mira a los costados para ver qué es lo que pasará y si aún sigue parado en el cargo, tratándose del sector oficial.

El Gobierno entró en un marasmo de destituciones y nombramientos que obligan a replantear todo, en tanto el horno no está para bollos, ya que en la calle ciudadanos indignados siguen pidiendo juicio político para todos los responsables del tristemente célebre acta.

Pero las idas y venidas no son nada en realidad, a la vista del perjuicio que este asunto le está causando a la economía. Todos los sectores están deprimidos, no hay plata, no hay ventas, sectores florecientes como la carne que daban empleo y traían divisas al país, están pocos menos que en  modo “subsistencia” y es solo un ejemplo.

Los planes de reactivación están archivados, y sus responsables, o esperan la guadaña o andan calladitos, esperando que pase la tormenta.

No hay nadie en el arco, esa es la impresión que se tiene.

Pero falta aún lo más terrible en esta descripción actual de las cosas. El tema de la inseguridad. Los delincuentes andan como “Juan por su casa”. Ayer, sicarios tomaron por asalto el recinto de la Junta Departamental de Caazapá, esperaron fumando a quien tenían que matar, y que milagro para él, no llegó, así que, cansados de esperar, se marcharon no sin antes practicar el tiro al blanco con las camionetas de los concejales.

La onda delictiva está expansiva y hasta hay bandas de motochorros que actúan concertadamente. Pensar que el ministro del Interior les dio un akãpete a los Linces en su mejor momento.

El clamor general es que alguien retome las riendas. El país no puede parar.

Se está al borde del abismo y falta solo…un empujoncito.

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