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No aprendieron la lección

Pocas veces antes se vio tanta diferencia entre los candidatos a la Presidencia en los sondeos de intención de votos como ahora. Para colmo, acostumbrados como estamos a que cada proyecto contrate a su propia encuestadora, que suele disfrazar los resultados para favorecer a su cliente, sorprende que en todos los sectores haya coincidencia, no solo en los resultados sino en la contundencia de la victoria de Mario Abdo Benítez y la tremenda derrota que, nuevamente, deberá enfrentar Efraín Alegre.

Faltan 24 días para las elecciones, y cualquiera puede pensar que remontar una diferencia de casi el 30% es una misión imposible que terminará en fracaso para quienes insisten en que las encuestas mienten y que a pesar de todas las advertencias, el triunfo será de la oposición el 22 de abril.

Es cierto que los procesos electorales son así y que los candidatos, con tal de conseguir votos, no tienen empacho en mentir a los electores. Pero algún límite tendría que haber, aunque sea el que traza el buen gusto. No se puede hablar de que “arrasaremos en las elecciones y ganaremos la Presidencia”, cuando todas las señales te indican que lo tuyo no es más que otra derrota anunciada.

Insistimos con que esto no es nuevo para Alegre, puesto que, sin números tan contundentes, es lo mismo que ya vivió en el 2013, cuando tuvo que aceptar su derrota ante Horacio Cartes, quien hizo que el Partido Colorado regresara de la llanura luego de 5 años.

La oposición no puede culpar a nadie más que a ella misma de esta derrota. Tuvo 5 años para concertar una alianza seria, en base a programas de gobierno, y para que pudiera surgir una figura que lograra concertar en torno suyo a todos los sectores anticolorados.

Si sumamos y restamos, resulta claro que la población no colorada es superior a la colorada, pero si no consigue vencer el cerco que le hace permanecer en el poder a la ANR es simplemente porque es incapaz de articular figuras y programas que despierten el interés de toda esa cantidad de gente que está decepcionada, pero no tiene opciones que le hagan pensar que su voto puede valer para cambiar la situación.

Para colmo, demostrando su terrible carencia de liderazgo, la oposición volvió a caer en las redes de Alegre, un personaje con turbio pasado, quien, apenas tuvo una cuota de poder decepcionó con sus negociados, y cuyo carácter es más espantavotos que aglutinante.

Además, como si la falta de carisma del candidato no fuera suficiente problema, la alianza se centró en la exclusiva sed de poder de sus integrantes, dispuestos a transar con el mismo diablo con tal de quedarse con un pedazo de la torta. Ya en el 2008, a pesar de haber triunfado, quedó en evidencia que una alianza entre el PLRA y Frente Guasu es mezclar agua y aceite. Esa alianza, que sí estuvo basada en el liderazgo claro de Fernando Lugo, fracasó tan rotundamente que lo único que se recuerda de ella es la traición de unos a otros.

Pero no aprendieron la lección y hoy, con mucho menos a favor, pretenden reeditar ese fracaso, como si se hubieran superado las heridas y como si las diferencias entre uno y otro sector pudieran ser ocultadas por discursos grandilocuentes.

En fin, lo dicen los números. La victoria de Abdo Benítez parece ya irreversible, aunque Alegre y su entorno sigan viviendo en la luna de Valencia.

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